miércoles, 28 de octubre de 2009

Italianas para comparar


Una práctica aceptada, y estilísticamente requerida, de la ópera belcantista, es la ornamentación ad libitum de la segunda estrofa de las arias. En muchos casos, fueron los mismos compositores quienes escribieron la ornamentación para ciertos y determinados cantantes, quienes viajaban con ellas para cada interpretación. Algunas ornamentaciones con el tiempo se han convertido en estándares (por ejemplo, la que siempre oímos en la escena de la locura de Lucia di Lammermoor). Hoy en día, gracias al trabajo de múltiples académicos y cantantes, contamos con una abundancia de opciones al momento de elegir la coloratura. Marianna Pizzolato hizo algo verdaderamente hermoso con la cabaletta de "Pensa alla patria" en las actuales representaciones de La italiana en Argel, lo que me llevó a repasar algunas de las grabaciones más conocidas de la obra, y que he colgado abajo, una por cada década de las últimas cinco. Como podrán oír en las diferentes versiones, el rango es amplio. Dado que no introduce variaciones en la segunda estrofa, la interpretación de Teresa Berganza es nuestro grupo de control. Frente a él, los niveles de ornamentación varían en dificultad, rapidez y abundancia. Inclusive cuando la elección es una ornamentación rica, las posibilidades siguen siendo amplias, por ejemplo optando por un tempo rápido (como en el caso de Lucia Valentini Terrani) o uno más pausado (como en el caso de Marilyn Horne). En la variedad está el gusto. Todas las versiones proceden de las grabaciones completas, excepto en el caso de Vivica Genaux donde la fuente es un recital. En el caso de Valentini Terrani, la grabación es la primera que efectuara, junto al maestro Gary Bertini.

lunes, 26 de octubre de 2009

Quentin Skinner en Chile


El filósofo inglés Quentin Skinner dictará mañana, martes, la charla "Una genealogía de la libertad" en la Universidad Adolfo Ibáñez (más información, aquí, aunque la hora correcta es las 12). Quentin Skinner saltó a la fama académica (sí, hay países que tienen algo como eso) el año 1969 con el artículo "Meaning and understanding in the history of ideas". En él, Skinner la embestía contra ciertos "mitos" de la historia de las ideas, una rama de la filosofía particularmente fecunda en Inglaterra a partir del trabajo de Arthur Lovejoy y Isaiah Berlin. En él, argumentaba contra la idea que, al momento de examinar la obra de algún escritor clásico, sería necesario poder enunciar una doctrina sobre cada uno de los temas sobre los cuales el autor escribió. El "mito de las doctrinas", junto con el de la "coherencia" (la idea que un autor debió haber formulado una teoría unitaria coherente), la "prolepsis" (descartar las intenciones del autor al momento de escribir) y el "provincianismo" (la descripción equivocada de un problema desconocido debido a una lectura prejuzgada) constituyeron varias tesis que, con el tiempo, dieron lugar a una metodología que permitió abordar textos políticos filosóficamente atractivos teniendo siempre a la vista lo que el autor quiso hacer con ellos. Utilizando al segundo Wittgenstein y al Austin de los actos de habla, Skinner logró dar cuenta del tránsito del Renacimiento a la Modernidad a partir de un cambio conceptual en el uso de términos como "estado". Esa tesis la ofreció primero en sus dos volúmenes de Los fundamentos del pensamiento político moderno (hay traducción en FCE), y que luego apuntaló con un famoso estudio monográfico sobre Maquiavelo (también en FCE).

A contar de ahí, el trabajo de Skinner ha versado sobre el pensamiento político inglés del siglo XVII, y en particular sobre Hobbes y cómo su obra puede ser entendida como una respuesta a otra visión de la política (abajo colgué un breve clip de Skinner sobre este tema). Esa visión, la republicana, articulaba la vida política en torno al servicio ciudadano, al compromiso que se tiene con una forma particular de vivir libremente. La libertad negativa hobbista (esto es, soy libre en la medida en que no tengo obstáculos para mi acción) se opone a esta forma de conceptuar la libertad política, que recibió primero el nombre de "tercer" concepto, aunque posteriormente el propio Skinner ha aclarado que se trata más bien de un tipo de libertad negativa. El concepto neo-romano de libertad, o libertad como no-dominación en la fórmula hecha famosa por Philip Pettit, es el concepto republicano que pensadores como Maquiavelo y Harrington habrían blandido, enfatizando que la libertad es la ausencia de dominación arbitraria (por ejemplo, la que emana de una tiranía). Es también el concepto que el liberalismo moderno ha intentado sepultar. La charla del martes muy probablemente traiga a colación todos estos aspectos del trabajo de quien es, hoy por hoy, uno de los escritores más influyentes en filosofía política. Cambridge University Press tiene una frase un poquito cliché que coloca en la primera página de los libros de Skinner: "Todo el trabajo del profesor Skinner se caracteriza por su fuerza filosófica, claridad cristalina y elegancia en la exposición." A veces los clichés pueden decir verdades.


Quentin Skinner sobre Hobbes. Fuente: Philosophy Bites
Fotografía tomada de este sitio

sábado, 24 de octubre de 2009

They tried to make me go to...the opera?


Hoy, sábado, se estrenó La italiana en Argel en la producción de Emilio Sagi. Hay harto que destacar en la puesta del español, en particular la elegancia con que maneja el humor más descabellado de Rossini. El vestuario se inclina por colores fuertes, en particular el vestido rojo de Isabella (más o menos retratado en el poster del Teatro), lo que unido a un peinado tipo panal (o beehive como demanda la jerga especializada) le da un look bien...dominante. Notable Marianna Pizzolato en el rol titular, con trabajadas ornamentaciones en sus arias (en particular un "Pensa alla patria" elaboradísimo). No podría quejarme de (casi) nada concerniente al reparto vocal, pero me pregunto cuánto mejor habría funcionado todo si se hubiese contado con una batuta distinta a la de Rani Calderón, que dirigió con una pesadez y lentitud poco amigables para el repertorio rossiniano (el finale primo fue sencillamente insufrible). Veremos cómo funciona el segundo elenco en las funciones dirigidas por Pedro Pablo Prudencio. Es de esperar que no homenajee su apellido y tome más riesgos que su colega.

jueves, 22 de octubre de 2009

Chica italiana busca novio

Este sábado comienza a cerrar la temporada 2009 del Teatro Municipal con La italiana en Argel de Rossini. El elenco es de primer nivel: la mezzosoprano Marianna Pizzolato (ya comentada aquí en otra ópera de Rossini) será Isabella, el tenor Kenneth Tarver, por segunda vez en Chile, su extraviado novio Lindoro, y otro conocido nuestro, Pietro Spagnoli, dará vida el bey Mustafá. La puesta en escena será del español Emilio Sagi, de quien ya hemos visto sus Lucia di Lammermoor, La hija del regimiento y la zarzuela Pan y toros. La verdad, las cosas pintan para bien. El segundo elenco está encabezado por Evelyn Ramírez, mezzo chilena de gran talento que ha desarrollado su voz en el repertorio rossiniano con mucho éxito. Abajo dos clips, para ver si algún indeciso se entusiasma: "Pensa alla patria" cantado por Lucia Valentini Terrani, nuestra última italiana hace ya varios años; y el final del acto primero en la puesta de Toni Servillo para el Festival de Aix-en-Provence, con todas las onomatopeyas posibles a contar del minuto seis (campanas que hacen "din din", un martillo que hace "tac ta", un cuervo que desplumado grazna "cra cra", un cañón que hace "bum bum").



martes, 20 de octubre de 2009

[CD] Kate Royal, Midsummer Night

Arias de Alwyn, Barber, Britten, Dvořák, Floyd, Herrmann, Korngold, Lehár, Messager, Stravinsky, Walton. Kate Royal, soprano. Crouch End Festival Chorus. Orchestra of the English National Opera, Edward Gardner (director). Grabación de estudio, Abbey Road, London, XII.2008 & III.2009. 1 disco (61.45 min.) + folleto trilingüe (44 pp.). EMI 2009.
Armar un recital en disco no es tarea fácil. La fórmula "acumulativa" solo sirve cuando el producto es un compilado o un recopilatorio histórico. Para vender el producto hay que tener al menos una idea rectora. Cecilia Bartoli ha hecho buenos negocios con eso, dedicando sendos discos a Gluck, Salieri y Vivaldi. Organizar discos según el repertorio de algún gran cantante del pasado es también una estrategia. Juan Diego Flórez lo hizo con Giovanni Battista Rubini, Philippe Jaroussky con el castrato Carestini y, de nuevo, Bartoli con María Malibrán. Toparse con un recital, si se quiere, más abstracto, me parece más recompensante. Kate Royal (Londres, 1979) organizó su segundo disco para la EMI a partir de arias del siglo XX, y la sola elección de los compositores ya parece atractiva. Considerando que había espacio, por cierto, se podría haber incluido algún fragmento de The Tempest de Thomas Adés, ópera que la misma Royal cantó ya en vivo, y que la propia EMI edita (puedes ver aquí un comentario de esa grabación).

A primera vista, el disco me recordó otro de Renée Fleming, I Want Magic!, un disco de hace diez años que la soprano estadounidense dedicara a compositores de su país. Mirando la lista, la verdad las coincidencias son solo tres: "Do not utter a word" de Vanessa de Samuel Barber, "The trees on the mountains" de Susannah de Carlisle Floyd, y "I have dreamt" de Wuthering Heights de Bernard Herrmann. En todos esos números, Royal es más rápida que su colega (30 segundos en promedio). Y se nota. Susannah es una adaptación de un texto apócrifo del Libro de Daniel, en el cual una atractiva chica es deseada por dos viejos que intentan abusar de ella (puedes ver aquí la versión que Gentilleschi da del asunto). La adaptación de Floyd es típicamente norteamericana, ahora con un solo viejo, el reverendo Olin Blitch, y un ambiente campesino. Royal eligió la escena que precede a la seducción, y el resultado es redondo. La voz de Royal es cremosa, muy similar a la de Fleming de hecho, pero sin los manierismos que esta ha acumulado en los últimos años, lo que le permite transmitir la candidez franca del personaje. Más conocido por la música de películas como Psycho y Taxi Driver, Herrmann también musicalizó la novela Cumbres borrascosas de Emily Brontë con poco éxito. El aria de Cathy aquí grabada es un breve fragmento que abre el apetito, en particular por el tono mórbido que le imprime Royal. El aria de Vanessa es uno de los pocos sectores más dramáticos del disco, y Royal es efectiva, aunque un tanto exagerada hacia el cierre del fragmento (el texto en todo caso lo autoriza: "¿Todavía me amas como antes? Porque si no, te pediré que te vayas de mi casa ¡esta misma noche!").

El panorama británico abre con un fragmento de Miss Julie de William Alwyn que da título al disco. La obra homónima de August Strindberg en que se basa la ópera ya lleva tres adaptaciones a la ópera, y esta es la más asequible al gran público. El lenguaje romántico de Alwyn es un vehículo adecuado para los deseos sensuales de Julie, y la voz de Royal se muestra ideal en este pasaje al estar dotada de una voluptuosa zona media. La elección de Troilus and Cressida de William Walton es poco común, y hace buena pareja con el fragmento de Alwyn. Completan el recorrido inglés tres fragmentos de Benjamin Britten. De los tres, Royal está particularmente convincente en "Embroidery in childhood" de Peter Grimes, el aria que entona Ellen al encontrar el chaleco del niño desaparecido, cuyo bordado "entrega ahora la pista cuyo significado rehuímos". Royal pinta la tristeza de Ellen con dignidad, acompañada por Thomas Allen como un autoritativo Capitán Balstrode. El aria de Tiny de Paul Bunyan suena quizá un poquito pesada, y la escena de la torre de The Turn of the Screw es un vehículo para el aspecto más dramático de Royal.

El resto del disco es continental. El aria del ruiseñor de El ruiseñor de Igor Stravinsky, cantada en ruso, es dulce y no despertó particularmente mi atención, lo mismo el aria de una desconocida ópera de André Messager, Monsieur Beaucaire, que en todo caso sirve para lucir una veta más humorística en un disco que favorece la expresión distraída y contemplativa. Royal se acerca un poco a la afectación en la "Canción a la luna" de Rusalka de Antonín Dvořák y la "Canción de Marietta" de Die Tote Stadt de Erich Wolfgang Korngold (colgué abajo esta última). Ambas piezas siempre tientan a sus intérpretes con los artificios más melosos imaginables, que por fortuna Royal controla. La "Vilja" de La viuda alegre de Franz Lehár da el toque más frívolo, y Royal luce aquí todos los colores de una voz que, de mantenerse en este estado, debiera abrirse paso rápidamente en los roles straussianos.


Korngold, Die Tote Stadt, "Mariettas Lied"

lunes, 19 de octubre de 2009

Genz, Frygtelig lykkelig: Pueblo chico, infierno grande

Un duelo sin balas.

Vitrineando entre las 65 postulantes a la quina de Mejor Película Extranjera (más precisamente, Mejor Película en Idioma Extranjero, es decir distinto al inglés), uno puede encontrar algunas joyitas. Ya sé, el criterio para elegir a la película que representa a cada país no es siempre estrictamente cinematográfico. Por ejemplo, la elección mexicana, Backyard de Carlos Carrera, el mismo de El crimen del padre Amaro, trata sobre los crímenes cometidos contra mujeres en Ciudad Juárez. Puede que no sea la mejor de las películas, pero si llegara a posicionarse en la quina final sería una forma de publicitar un problema que muchos creen es parte únicamente de la imaginación de Roberto Bolaño en 2666. Otro ejemplo: la elección chilena en detrimento de La nana de Sebastián Silva es obviamente una elección política (y yo diría que incluso, desde un punto de vista estratégico, es una pésima elección). El propio Silva se ha mostrado desilusionado, y es comprensible: su película está probada, se exhibe en Nueva York, ha tenido reconocimiento y sin embargo...es dejada de lado. (Por cierto, Michael Musto conversó con Silva sobre su próximo proyecto y lo publicó en su columna. Es casi puro pelambre eso sí. Así que sospecho le interesará a más de uno.)

Pese a ese prejuicio, uno puede ver esas 65 elecciones al menos como una oportunidad para ponerse al día con el cine extra-Hollywood. La elección danesa es Frygtelig lykkelig (Terriblemente feliz según me informa Google traductor y me confirma la traducción adoptada en inglés) de Henrik Ruben Genz. Ganadora del Globo de Cristal en el Festival de Karlovy Vary, la película de Genz abre con una secuencia contemplativa: un narrador nos informa que el lugar en el que estamos, el sur de Dinamarca, es básicamente un pantano. Dado que las napas subterráneas están muy cercanas a la superficie, cuando llueve todo se inunda. Y nos cuenta una historia, la de una vaca que se hundió en el barro, para reaparecer preñada después de seis meses con un ternerito de dos cabezas. Una animal y otra humana. El ternero trajo males al pueblo, hasta que los hombres decidieron ahogarlo en el pantano. Desde entonces, todo ha estado tranquilo. Ese es el mito fundacional de la paz social del aburrido pueblo al que Robert (Jakob Cedergren) llega para asumir el puesto de jefe de la policía.

El comienzo hace imaginar una comedia negra, el estilo Fargo. Y en parte eso es lo que Genz nos da. Pero cuando comienzan los problemas (y comienzan pronto) el espíritu es más el de un western. La premisa de un sheriff foráneo que llega a un pueblo para hacer cumplir la ley es vieja, y aquí Robert también encontrará un antagonista: Jørgen (un sólido Kim Bodnia), el guatón pegón del pueblo que también las emprende con su mujer, la inestable Ingerlise (Lene Maria Christensen). Robert, que comienza a sentir algo por Ingerlise (digo "algo" porque no es obvio qué), se ve dividido entre defenderla de los maltratos que le propina el marido y hacer la vista gorda como hace todo el resto. Son ellos, el pueblo, una presencia constante, casi fantasmal en la película. Así que también veo en ellos el despliegue de una premisa del género terror. Recuerdo un cuento de sir Walter Scott, "La historia de Willie el vagabundo", en el que se nos recuerda una vieja creencia sobre la prohibición de probar la comida en el país de los muertos a riesgo de condenarse uno mismo. Cuando nos enteramos que Robert viene escapando de su pasado, uno en el cual queda hermanado con el pecado de Jørgen, su estadía en el pueblito cobra un nuevo sentido.

Filmada con una fotografía que causa agorafobia, Frygtelig lykkelig es un thriller, un film noir, un western, y un relato de terror gótico. Y en danés. Los surcoreanos han hecho del multi-género un género nuevo. Si ellos pueden, no veo por qué otros no. Lo interesante, en todo caso, es la incomodidad que nos provoca la película a medida que avanza. Cuando nos damos cuenta que al parecer todos están empantanados en la suciedad hasta el cuello, y comenzamos a clamar por una redención...he ahí que Genz vuelve a dar una vuelta de tuerca. Y funciona.

sábado, 17 de octubre de 2009

Haneke, Das weiße Band: El fascismo de pantaloncillos cortos

Martin, el chico del lazo blanco.

Publicada la lista de las películas sometidas a selección para configurar la quina de Mejor Película Extranjera en los Oscar 2010, los pronósticos indican que Alemania y Francia son apuestas seguras. Das weiße Band de Michael Haneke y Un prophéte de Jacques Audiard obtuvieron respectivamente la Palma de Oro y el Gran Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes, y es probable que los pronósticos sean correctos. Haneke es conocido principalmente por La pianista, su adaptación de la novela homónima de Elfriede Jellinek (Nobel de Literatura, 2003), pero la mayoría de sus películas han nacido de su propia imaginación. Das weiße Band (El lazo blanco), filmada en lustroso blanco y negro, se concentra en las vidas de los habitantes de un pequeño pueblo alemán en los meses previos al inicio de la Primera Guerra Mundial. Un narrador en off nos va informando tranquilamente de algunos acontecimientos ocurridos en el pueblo, partiendo por un accidente sufrido por el médico. Cabalgando en su caballo, un cable tensado a poca altura lo hizo caer a tierra, sufriendo algunas lesiones que lo obligan a guardar reposo. A poco andar, nos vamos familiarizando con los demás personajes de lo que parece un drama rural: la partera Frau Wegner (Susanne Lothar, Funny Games también de Haneke) y su hijo con síndrome de Down; el pastor protestante (Burghart Klaussner) y su familia; el profesor de la escuela (Christian Friedel) y su novia Eva (Leonie Benesch), que trabaja en la mansión del principal empleador del pueblo, el barón (Ulrich Tukur).

En un principio, el ambiente hace presagiar un vuelo romántico al estilo de las tragedias de Kleist. Pero a medida que avanzamos, y avanzan también los accidentes, nos damos cuenta que la catarsis no llegará. En el aserradero del barón, una empleada muere, y su hijo, que muestra un silencioso resentimiento, se desquita destruyéndole los repollos de la huerta. El hijo mismo del barón será después objeto de un castigo anónimo, y la desconfianza comienza a sembrarse entre los tímidos habitantes. ¿Hay un criminal en el pueblo? ¿Es algún tipo de castigo que Él, ese "castillo fuerte" según reza el himno de Lutero, ha enviado a sus fieles? Como otros artistas se han encargado de mostrar, la acumulación de episodios de violencia individualizada responde muchas veces a prácticas sociales de maltrato, toleradas silenciosamente y hasta repudiadas en público por los propios perpetradores.

Pero el drama no es adulto, y el propio subtítulo de la película así lo sugiere: "Eine deutsche Kindergeschichte" ("Una historia infantil alemana"). La presencia de los niños nunca es inocente, y uno sospecha que ellos son los victimarios, aunque varios episodios nos indican que también son víctimas. La paliza a puertas cerradas que el pastor da a su hijo Martin (Leonard Proxauf), y el lazo blanco que le ata al brazo como forma de inculcarle pureza, sugieren que la inocencia está perdida. Haneke dirige con ritmo pausado una historia que solo en pocos momentos intenta apresurarse, como cuando el profesor de la escuela se las da de detective, con un desempeño sencillamente torpe. El estallido de la Gran Guerra nos recuerda que todavía estábamos en las postrimerías del "siglo largo", ese que comenzó en 1789 y concluyó en 1914, y que lo que Haneke intenta mostrar es la infancia de los que habrían de convertirse en los adultos de la Segunda Guerra Mundial. Esta es una tesis fuerte, en el sentido de arriesgar una reducción excesiva. El propio Haneke ha sugerido que debemos ver su película como si el pueblito fuera uno de nuestro propio país, algo así como que nadie está exento del horror original propio de la condición humana, y que lo único que basta para que alcance niveles más tétricos es un poco de tolerancia pasiva y mucha hipocresía. Haneke hizo algo parecido con Funny Games, una película que más parece una tesis doctoral sobre los medios de entretención masivos. El ejercicio acá es eso sí menos artificioso y estéticamente más valioso. Uno puede leer su "historia infantil alemana" como una "Historia sobre una Alemania infantil", la de los que crecieron en la guerra y maduraron en la entreguerra, para finalmente sumergirse en la fantochería del nacionalsocialismo. Haneke no intenta explicar esa experiencia, sino tan solo ofrecer una fábula, un cuento para niños, que, como sabemos, siempre son algo más que eso. De ahí que la pretensión de universalidad parezca forzosa, y reste peso a una película que logra mejor efecto cuando se la ve anclada en el mismo mundo que intenta retratar.

jueves, 15 de octubre de 2009

Tarantino, Inglorious Basterds: ¿Y qué hacemos con el nazi?

Música para acompañar la lectura:
Ute Lemper canta "Zu Potsdam unter den Eichen" (Weill/Brecht)

Si alguien quisiera evidencia sobre el mal estado de la discusión ética contemporánea, el mejor ejemplo sería que la gente suele preguntarles a los filósofos morales "¿Y qué hacemos con el nazi?". Sí, el nazi es un ejemplo. Y hay que buscar cómo acomodarlo en el complejo esquema de las teorías morales, desde el equilibrio reflexivo hasta el rango abierto pero acotado. Quentin Tarantino tiene otra respuesta: al nazi hay que sacarle la cresta. Más precisamente: sacarle la cresta, y después matarlo.

Inglorious Basterds (Bastardos sin gloria en una traducción que obvía el error ortográfico del original) viene a engrosar la lista de las recientes películas cuya temática es básicamente "hay que matar al nazi". Operación Valquiria (Valkyrie, 2008) fue el pequeño aporte de Bryan Singer y Tom Cruise, y con temáticas muy distintas, la noruega Nieve Muerta (Død snø, 2009) y la danesa Llama y Limón (Flammen og Citronen, 2008), versaban más o menos sobre lo mismo: matar a los nazis, vengan en forma de zombies o solo como invasores. La película de Tarantino ha despertado reacciones variadas. Desde el entusiasmo hasta el escepticismo, pasando por una recepción más bien fría en Cannes, es difícil negar que la expectación era intensa. Tarantino ofrece una fantasía sobre la Segunda Guerra Mundial en la cual un grupo de soldados judíos-estadounidenses, los "bastardos" del título, se ocupan de matar nazis. El teniente Aldo Raine (Brad Pitt) comanda a un grupo heterógeneo de hombres de pocas palabras, pero la verdad esa es solo una parte de la historia. Dividida en cinco capítulos, el segundo de los cuales tiene el nombre de la película, sabemos desde el comienzo que esta será una historia de venganza. Este es un tema conocido por Tarantino, y la ejecución de la idea aquí no es tan personalizada como en Kill Bill. Toda la energía queda canalizada en Hans Landa, el coronel nazi cazador de judíos.

Hans Landa haciendo carrera.

Christoph Waltz es un actor prácticamente desconocido, pero se convierte en una presencia mesmérica a lo largo de las dos horas y medias de film. Hay algo manipulativo en un personaje que es capaz de expresarse en cuatro idiomas y que se mueve con una coquetería gatuna, pero que también dota de unidad a un relato episódico. El villano Landa posee una grandeza satánica que no tiene rival en ningún otro personaje, por la simple razón que ningún otro aparece tanto en pantalla, ni está lo suficientemente desarrollado. Landa, que se describe a sí mismo como un detective, tendrá a cargo la seguridad en la proyección de una película en el París ocupado. El cine de una chica francesa (Mélanie Laurent) es el local elegido, donde se ofrecerá "El orgullo de la nación", película del Dr. Goebbels (Sylvester Groth por segunda vez en ese personaje) que cuenta una hazaña de guerra cometida por un soldado (Daniel Brühl, Good Bye Lenin!). El relato se bifurca luego hacia una operación inglesa destinada a eliminar a la cúpula nazi, en la cual un soldado-crítico-de-cine (Michael Fassbender, Hunger) tomará contacto con una actriz-alemana-dispuesta-a-volar-al-Führer (Diane Kruger). Hay aquí cierta incontinencia argumental, confluyendo todo en una escena de taberna donde el siempre esperado diálogo tarantinesco no alcanza a tomar el suficiente vuelo. Si bien es una película larga, cuando August Diehl (Los falsificadores) y Christian Berkel (de una calvicie que atraganta la vista) están en pantalla, uno lo único que quiere es más diálogo.

La historia de venganza, el complot inglés, los bastardos y Landa confluyen finalmente en el quinto capítulo, al ritmo de David Bowie, un vestido rojo que quema la retina, y una larga toma muy a lo Kill Bill I. Tarantino es un amante del cine, y esta película es una vez más un homenaje al séptimo arte. Con tomas que parecen coreografías, una fotografía que saca brillo a objetos tan triviales como un plato con crema o un cigarrillo, y una música que es la resurrección del género sinfónico mediterráneo para películas, el logro de Tarantino es ante todo la canalización de su pasión por el cine. Es cierto, hay violencia, gore y caricatura. Pero...es casi ridículo echarle eso en cara a Tarantino (a menos, claro, que no se haya visto nada de él antes). La película entretiene, y eso, en algún nivel al menos, es suficiente.

lunes, 12 de octubre de 2009

Allen, Whatever Works: El arte de insultar (1)

Woody Allen hace rato viene duplicando sus propias películas. Match Point guiñaba a Crimes and Misdemeanors (Crímenes y pecados en una muy poco secular traducción), Deconstructing Harry a Stardust Memories, y en general, sus películas tratan una cantidad acotada de temas: las relaciones de pareja, la imposibilidad de la satisfacción de los deseos, el embrujo de las creencias religiosas. Si Woody Allen se repite, entonces lo que mejor uno puede hacer es ver la versión más lograda de esa repetición. Whatever Works (traducida en España como Si la cosa funciona, aunque hay aquí una sugerencia mejor) es la última entrega de Allen, aunque el proyecto se remonta al menos a la década de 1970 y fue originalmente pensado para Zero Mostel, el gran actor norteamericano de ascendencia judía famoso por su interpretación en las tablas de Tevye en el musical de Jerry Bock, El violinista sobre el tejado. Solo el 2009 la película vio la luz, ahora con Larry David encarnando al arquetipo del neurótico que Allen hizo famoso en...bueno, en casi todas sus apariciones en la pantalla. David es más conocido por ser uno de los creadores de Seinfeld, donde Jerry era básicamente su alter ego. La fórmula es simple: Woody Allen + Larry David = verborrea absoluta.

El personaje de David, Boris Yelnikoff, se describe a sí mismo como un genio. Su vida matrimonial es un fracaso, su personalidad es la de un misántropo, y la creatividad de sus insultos es proporcional a la diversidad de tópicos que detesta. He aquí un ejemplo:
¿Qué diablos significa esto de todos modos? Nada. Cero. Zilch. Nada llega a algo, y sin embargo, no hay escasez de idiotas balbuceantes. Yo no. Yo tengo una visión. Estoy discutiendo contigo. Tus amigos, tus colegas, tus periódicos, la televisión. Todo el mundo está feliz de hablar, lleno de desinformación. Moralidad, ciencia, religión, política, deportes, amor. Tus inversiones, tus niños, la salud. Dios. Si tengo que tomar nueve raciones de frutas y verduras al día para vivir, entonces no quiero vivir. Detesto las frutas y vegetales. Y tus niveles de omega-3, y la cinta de correr, y el electrocardiograma, y la mamografía, y la ecografía pélvica, y, oh, por Dios, ¡la colonoscopía! Y con todo, todavía llega el día en que te ponen en una caja, y es el turno de una nueva generación de idiotas.
Y esto es solo en el minuto 4. No es novedad en una película de Allen, y a estas alturas de su carrera uno ya casi lo pasa por alto. El arte insultatorio de Yelnikoff, que David declama con grandeza seinfeldiana, se potencia con la llegada a su vida de Melodie (Evan Rachel Wood), una chica sureña que ha huído de su casa y busca ayuda en Nueva York. De aquí en adelante la cosa es bastante obvia, y recuerda la relación que en Poderosa Afrodita Allen tiene con el personaje de Mira Sorvino. Con la diferencia que ella, Linda Ash, era sencillamente adorable. El misántropo y la optimista hacen una pareja dispareja, y pronto descubrimos que el mundo del que Melodie proviene no es tan perfecto como ella lo pintaba. Su madre (Patricia Clarkson, una presencia por sí sola) y su padre (Ed Begley Jr.) irrumpen en la película con dos tramas paralelas que a ratos interesan más que el hilo principal. Es un descanso verlos domesticar la lengua y actuar un poco frente a la verborragia indolente del protagonista. La aparición de un joven y apuesto actor (Henry Cavill, de The Tudors) desata los nudos de lo que es, al final, una comedia de equivocaciones sentimentales.

Es, por de pronto, una película que retoma el ritmo del Woody Allen ochentero, el que jugaba como Oberón a intercambiar las parejas en una tórrida noche veraniega. La disparidad en las edades de los protagonistas a más de alguno le provocará un retorcijón, en particular por el aspecto desaseado del personaje de Larry David. ¿Es una trama probable? No lo creo. Pero es la clase de trama que Allen puede desarrollar mejor. Hay, eso sí, una violencia deliberada en la odiosidad de Yelnikoff que solo se aviene al hecho que no es Allen, sino David el que está en la pantalla. Ello hace que la transformación operada en Yelnikoff sea poco convincente. A medida que avanza la película vemos algunos episodios de reflexión existencial del protagonista, que no solo resultan artificiales, sino que parecen incrustados a la fuerza. Me pregunto si esto se debe al estatus del protagonista, Yelnikoff, un físico, a diferencia de casi todos los personajes de Allen que suelen provenir de las humanidades. ¿Es acaso esa condición "fría" y "objetiva" la que le quita el extraño carisma que uno siempre encontraba en los protagónicos de Allen? ¿O es sencillamente que Allen y David, sin ser actores y habiéndose dedicado ambos al stand-up comedy son, pese a ello, cómicos muy diferentes?

domingo, 11 de octubre de 2009

Refn, Bronson: El otro Bronson

Tom Hardy como Bronson.

Probablemente el nombre de Michael Gordon Peterson no diga mucho. En algún momento el haber reemplazado ese nombre por el de Charles Bronson sí hizo una diferencia. Bronson alcanzó cierta fama protagonizando películas como C'era una volta il West de Sergio Leone, pero yo lo recuerdo más como el actor de películas clase B que poblaban la programación televisiva nocturna hace varios años atrás. Mi papá era particularmente fanático de la mezcla entre artes marciales y brutalidad policial que impregnaban las peores películas de Bronson. Él era el tipo duro que castigaba con economía de medios a todo el que se le cruzara en su camino. Michael Gordon Peterson tomó el nombre de Bronson como alias y hoy es conocido como el preso más violento de Inglaterra.

Nicolas Winding Refn decidió hacer una película sobre la figura violenta de Peterson/Bronson, y Bronson es el resultado. No es exactamente una biopic, sino un estudio de carácter. Vemos un momento de matonaje infantil del Peterson más joven, y su paso por varias prisiones a partir de delitos casi ridículos que dan lugar a una seguidilla de violencia (el largo tiempo que Peterson/Bronson lleva en prisión se debe a delitos cometidos dentro de los recintos penitenciarios). Refn ofrece viñetas que rayan en lo caricaturesco, y opta por una narración no-lineal con cierta tendencia a la divagación (la poética escena en que vemos los dibujos de Peterson/Bronson parece más propia de un video clip musical). El abundante uso de música clásica (Verdi, Wagner, Bruckner) hace que la comparación inevitable sea La naranja mecánica de Stanley Kubrick. En algunos aspectos, por ejemplo en la fotografía, hay cierto sabor kúbricko, y es inevitable pensar a ambas películas como tematizando la relación entre violencia, instituciones y normalidad social. Lo que uno echa de menos en Bronson es alguna indagación en los motivos e intenciones del protagonista, porque la sensación final es que sencillamente el tipo está chalado.

Tom Hardy (Handsome Bob en RocknRolla), galés igual que Peterson, da vida durante casi dos horas al protagonista. El trabajo de Hardy es de un esfuerzo físico sobrecogedor. No solo por las abundantes secuencias de peleas, sino por la tensión constante que logra imprimirle al personaje. Desde los mocos y la baba que le corren como ríos en el hospital psiquiátrico, hasta la desolación de un rostro vacío, el trabajo de Hardy es una entrega absoluta. La elección de Refn de incorporar un monólogo ficticio dirigido a un público en un teatro termina por forzar en exceso la narrativa, y si no fuera por la presencia magnética de Hardy esa elección sería derechamente un fracaso. Delgado como un palillo, Matt King contribuye con un par de apariciones delirantes, pero lo cierto es que se trata de una película apoyada en un solo pilar. Uno bien sólido eso sí.

sábado, 10 de octubre de 2009

Ópera en pantalla grande

Hoy se exhibió por primera vez en Chile una ópera en el formato HD (High Definition), es decir la proyección en un cine o lugar afín de una función de ópera en vivo vía satélite. El Teatro Nescafé de las Artes tiene la franquicia en Chile del producto del Metropolitan Opera House, y, como en varios otros países, se pudo ver Tosca en la nueva producción de Luc Bondy. No tengo mucho que agregar a los varios bytes de crítica que han fluido por internet (por todos, véase el siempre confiable comentario de Alex Ross para el estreno). La puesta de Bondy no es particularmente atractiva, aunque tampoco especialmente fea. El trabajo de los cantantes en escena es, eso sí, muy cuidado; hay momentos de factura espontánea, como el dúo del acto primero, y otros particularmente logrados, como la reacción de Mario ante la noticia que Tosca ha matado a Scarpia. Eso ratifica mi intuición sobre Bondy; a saber, que es un gran director de escena. Puede que la escenografía no sea demasiado feliz, pero es ciertamente una Tosca que no amerita la pared de abucheos que recibió el día de su estreno.

La experiencia en sí misma es sui generis, porque no es exactamente como ir al cine. Por de pronto, no hay palomitas ni nada parecido. La inclusión de entrevistas en backstage durante los intermedios es invaluable, y hacen que uno recuerde que no está en el teatro (por ejemplo, porque se encienden las luces, y la gente sigue sentada). También uno se da cuenta que no está en el teatro porque los subtítulos son harto deficientes. Algunas veces me he quejado de ciertas traducciones hechas por el Municipal, pero esos subtítulos están a años luz de los proyectados hoy. La traducción es solamente aproximada; si se agrega a eso la traducción distinta de una misma línea cantada más de una vez, la no-traducción de muchas líneas, y la "traducción" de líneas inexistentes el resultado es que quien no conozca el texto saldrá con una idea bien torcida del trabajo del libretista.

Hay que hacer notar también otro par de detalles respecto al producto que el Teatro Nescafé ofrece, en particular los precios. Yo pagué $20.000 por un asiento en platea alta, que, en general, es una buena ubicación. Solo una Marge Simpson me habría logrado bloquear la visión. Sin embargo, es superior a la tarifa que cobran los cines en Estados Unidos (revisando en línea, los precios oscilan hasta los US$22). Suponiendo que la iniciativa de llevar la ópera al cine sea ampliar el público, uno pensaría que los precios debieran ser un poquito más baratos que, por de pronto, una entrada para el Teatro Municipal (donde la galería en el segundo elenco tiene el valor de $6.000 sin descuento). Esto ciertamente no se cumple. Es de esperar, aunque lo veo poco probable, que se reduzcan un poco los precios, en particular considerando que no se vendieron todas las localidades (¿quizá iniciar algún descuento de último minuto?).

Es obvio que los precios incidieron en el público. La mayoría de los asistentes eran personas de la tercera edad y adultos sobre los 40 años (es decir, la clase de operáticos con el poder adquisitivo suficiente como para darse un gusto como este). De alguna forma el evento era bastante snob. Es decir...es ópera y es ópera desde Nueva York, el centro mismo del universo para muchos. Por lo mismo resultaba bastante pintoresco que la gente (no toda eso sí) aplaudiera a los artistas. Marcelo Álvarez se mostró muy solvente como Cavaradossi, pero me pregunto si tiene algún sentido aplaudir a una pantalla de cine. Varias veces. Y no al final.

El rango etario también me parece interesante, considerando que la puesta de Bondy es bastante moderna para los estándares de los asistentes más maduros. ¿Qué ocurrirá con ese público cuando llegue la Armida de Mary Zimmerman, o Los cuentos de Hoffmann de Bartlett Sher? Habrá que esperar para ver.

¿Fue un éxito la iniciativa del Teatro Nescafé? Depende. Cierta vez acompañé a un amigo a ver una charla de un rabino sobre el pensamiento de Emmanuel Levinas. Recuerdo que me sorprendió ver tanta gente. Le comenté eso y mi amigo me respondió que eso dependía. Dependía porque la cantidad de personas puede contarse numéricamente, pero también con algún otro criterio. Si no hay personas jóvenes, me dijo, pareciera que no está tan lleno. Si es así, entonces lamentablemente la función del Nescafé no fue un éxito muy rotundo.

sábado, 3 de octubre de 2009

Blonkamp, District 9: Bichos feos

"¡Cuidado! Paso de no-humanos."

Después de ver la adaptación al cine que Steve Jacobs hizo de Disgrace, la novela de Coetzee, District 9 (Sector 9 en los cines) llega casi como anillo al dedo. La novela de Coetzee transcurre en una Sudáfrica post-apartheid (el sistema jurídico de segregación racial que por casi medio siglo imperó en el más austral de los países africanos). Las leyes del apartheid incluían, por ejemplo, la criminalización de relaciones sexuales interraciales, lo que constituye un punto de partida para la historia que Coetzee, y ahora Jacobs, nos cuentan. District 9 funciona de forma muy parecida. Neill Blomkamp, su director, nos presenta un mundo posible en el que extraterrestres aparcan en la ciudad más grande de Sudáfrica, Johannesburgo, en los últimos años del apartheid. Llegan, eso sí, maltrechos. Y llegan para quedarse.

Blonkamp, con mucha ironía, explora algunas de las situaciones a las que da pie la visita incómoda de unos seres físicamente distantes a nosotros (semejan una jaiba o pulga de mar). Vemos, en la apertura, cómo rápidamente hay sublevaciones, demandas por alimento y vivienda, pero vemos también el surgimiento de “prostitución interespecie” (en el año Darwin, parece hasta demasiado probable). Las políticas de segregación que siguen, y que Blonkamp explora en la primera parte a través de un funcionario ligeramente estúpido llamado Wikus Van Der Merwe (Sharlto Copley, a la altura de un Steve Carell), no nos resultan distantes. Blonkamp sigue una línea ya trazada por películas como Blade Runner o Star Wars en las cuales aquello que nos hace humanos es tematizado a partir no de nuestra particular naturaleza, sino de lo que, a primera vista, se aleja de ella. Los bichos que caen del cielo (una imagen casi bíblica), se transforman a medida que avanza la película. Por ejemplo, tienen descendencia a partir de un método harto asqueroso...pero no es tan difícil imaginar personas que piensan que el acto humano de procreación es también asqueroso. La población callampa en la que viven no es tan distinta de...bueno, de nuestras poblaciones callampas. Son feos. Sí que lo son. Pero, sobra decirlo, esa nunca ha sido una característica del todo ajena al género humano.

Si no fuera porque la referencia es demasiado obvia, District 9 funcionaría como una alegoría de la discriminación. En la forma en que se presenta, parece más una parábola. Y por lo mismo, la pregunta es qué clase de enseñanza podemos extraer de ella. Porque para condenar la discriminación no necesitamos un recurso tan extraordinario como una invasión alienígena. ¿Cuántas narrativas se necesitan para que todos estemos de acuerdo en que hay prácticas que no debieran infligirse a ningún ser humano? La ciencia ficción ha abierto las puertas hace mucho a un número impensado de ellas. Sin embargo, ¿cuánto es suficiente? Porque si cada generación necesita una narrativa propia para los horrores perennes, entonces lamentablemente District 9 es una película pesimista. Lo fuere o no, es ciertamente un logro. Probablemente por mucho tiempo.

El bicho feo...con sentimientos.

jueves, 1 de octubre de 2009

Temporada 2010

Hacía tiempo se había anunciado que Alcina de Handel integraría la temporada 2010 del Teatro Municipal con una puesta de Emilio Sagi, que en poco tiempo más cerrará la actual temporada con L'italiana in Algeri. Una mirada a Operabase revela (¡por fortuna!) que la ópera de Handel está efectivamente programada. La verdad, pensaba que se trataría del título de apertura, en particular por el rumor que corrió sobre una eventual presencia de Joyce DiDonato en el rol titular (pero su página web muestra que en las fechas en que se programó la ópera en Chile, DiDonato estará en la Scala con Barbiere). He aquí, según la información pública en línea, el total de óperas que componen la temporada 2010:

(1) Pietro Mascagni, Cavalleria rusticana; Ruggero Leoncavallo, Pagliacci.
(2) Richard Strauss, Elektra.
(3) G. F. Handel, Alcina.
(4) Giuseppe Verdi, Macbeth.
(5) Giuseppe Verdi, Rigoletto.
(6) Jules Massenet, Thaïs.

Habrá que ver si Pagliacci será una nueva producción o si se revivirá la versión anterior (que fue emparejada esa vez con un triste Gianni Schicchi). Lo mismo respecto a Elektra y el Rigoletto de la polémica (dos chicas mostrando los pechos en la orgía del Duque de Mantua). Sospecho que Macbeth será una nueva producción (la última fue la de los fineses, que no lució muy bien), así como Thaïs (con toda seguridad, un estreno en Chile). Es esta última la que me despierta más curiosidad, pues es un título que en el último tiempo ha tenido cierto reflote, con Renée Fleming, Barbara Frittoli y Eva Mei a la cabeza de varias producciones. ¿Quién será la encargada de encarnar a la sensual cortesana en Chile? Solo cabe especular.