sábado, 17 de julio de 2010

Alcina de...Handel


Hoy sábado se estrenó en Chile Alcina de Handel. El Teatro Escuela de Carabineros acogió en el foso a un enérgico Federico Maria Sardelli y en escena a un psicodélico Marcelo Lombardero. Hay harto que decir, pero dos cosas son particularmente llamativas: primero, la abundancia de cortes que sufrió la partitura. Omitir in toto los números de ballet es una práctica usual, lo mismo que eliminar algunas arias. Todo eso ocurrió en esta Alcina, pero además se optó por omitir la repetición de la primera sección de algunas arias, una elección bastante inidiomática que genera cierta perplejidad cuando uno está a la espera de la ornamentación en la repetición. En un caso, además, se llegó al extremo de ofrecer un aria con solo la primera sección: sin la segunda, y obviamente sin el da capo. En total, cerca de una hora de omisiones.

Lo segundo es la elección interpretativa de Lombardero. Pantallas gigantes muestran imágenes de drogadictos y un inserto en el programa de mano da cuenta que se busca mostrar cómo los medios, el mercado y todos los placeres asociados a ellos corromponen o destruyen a las personas. Esto calzó perfectamente en el primer acto, un tanto cargado a la seriedad, pero provocó cierta extrañeza en el segundo, cuando uno comienza a ver a Alcina más como la jefa de un cartel de la droga y a los cruzados como...¿la policía de investigaciones? Es un poco confuso y probablemente algún instinto de provocación habrá motivado a Lombardero que, al momento de recibir los aplausos (sí, aplausos, porque no hubo pifias), puso cara de "Vaya vaya, no me lo esperaba".

Fue, eso sí, una función recompensante, con una Maité Beaumont algo modesta en ornamentaciones, pero luciendo ese hermoso timbre que tiene. Revelación, al menos para mí, fue Judith Gauthier, que en el pequeño rol de Oberto, y con un aria menos debido a los cortes, se robó los aplausos finales. Llámenme neurótico, pero lo que me sigue pareciendo de pésimo gusto es que se escriba el nombre del compositor como "Haendel". Si bien dicha persona fue bautizada como "Georg Friederich Händel", la forma que su apellido tomó en manos de terceros fue casi siempre distinta: "Hendel", "Händeler", "Hendler", "Handell", y "Haendel", la forma francesa. Sin embargo, una vez asentado en Londres, la grafía más común fue la de "George Frideric Handel". Así figura en su acta de naturalización como súbdito de la corona británica, y es también la forma en que él mismo firmaba. La más importante biografía del compositor se titula sucintamente Handel y la mayoría de los discos que contienen su música escriben así su apellido. No hay razón para abandonar esa convención, aprobada en vida por su afectado más directo.

miércoles, 7 de julio de 2010

Obituario: Cesare Siepi, 1923-2010

El pasado lunes, 5 de julio, falleció en Atlanta, Estados Unidos, el bajo Cesare Siepi. Siepi nació en Milán en 1923 y comenzó tempranamente su carrera vocal. Debutó como Sparafucile (Rigoletto) en Schio, cerca de Vicenza, en 1941, y terminada la Segunda Guerra se posicionó como una de las mejores voces en la cuerda más grave masculina. Fue durante la década de los 50 que Siepi desarrolló más activamente su carrera, debutando en 1950 en el Metropolitan Opera House como Felipe II (Don Carlo), lo que fue el inicio de una fructífera colaboración con el escenario neoyorquino bajo la regencia de Rudolf Bing, con más de 350 funciones en 17 roles. El Festival de Salzburgo fue testigo de uno de sus mejores roles, el titular de Don Giovanni, que bajo la batuta de Wilhelm Furtwängler fue inmortalizado en disco y film en los primeros años de esa década. Siepi concluyó su carrera en 1988, saliendo de su retiro en 1994 para un Oroveso en una versión en concierto de Norma.

La voz de Siepi es la de un basso cantante, es decir la de un bajo cuya emisión resulta amable al oído, usualmente asociada al repertorio italiano, y lograda por un vibrato rápido. Ideal para el belcanto, Siepi fue un elegante Conde Rodolfo (La sonámbula) y un grandilocuente Raimondo (Lucia di Lammermoor). Su noble voz de grano ancho le ganó un amplio reconocimiento en los papeles patricios de Verdi: Don Ruy Gomez de Silva (Ernani), Jacopo Fiesco (Simon Boccanegra), Felipe II (Don Carlo), Ramfis (Aida), y el patriota Giovanni da Procida (Las vísperas sicilianas), cuya aria principal está colgada abajo. Unida la belleza de su timbre a su atractivo físico, se consolidó rápidamente como el mejor Don Giovanni de mitad del siglo pasado, rol que grabó para la Decca junto a Josef Krips en uno de los registros tenidos ya por clásicos. Igual de ejemplar es su Fígaro mozartiano en Las bodas de Fígaro, junto a la diestra batuta de Erich Kleiber. Gracias a la difusión radial de las funciones del Metropolitan, hoy contamos con un abundante respaldo de su carrera en ese escenario, que unido a sus registros comerciales configuran un patrimonio de enorme valor artístico. Lo sobreviven su mujer Louellen Sibley, una hija y un hijo.



Obituario en inglés en Guardian.co.uk.