sábado, 16 de octubre de 2010

Cotejo de firmas

Difícil que saliera mal: Juan Diego Flórez arrasó el jueves pasado en el Municipal. Con un amigo fuimos a la salida a pedirle un autógrafo. Es primera vez que hago algo así, por lo que no tenía mucha idea si había algún protocolo. No éramos los únicos, y cuando Flórez salió finalmente de su camerino, quería solo irse (sospecho que toda la gente que vimos pasar andaba en lo mismo). En suma: una firma rara la que plasmó sobre la crítica que Sergio Segalini hizo a su debut en el Festival de Pesaro. Allá por 1996, reemplazando a Bruce Ford en Matilde de Shabran, Segalini escribió en la revista Opéra International: "Este joven peruano de veintitrés años es sin lugar a dudas una esperanza: al trabajar seriamente y elegir con discernimiento sus roles, puede avisorar una bella carrera en el bel canto."

En el disco Sentimiento latino viene una firma de Flórez que me parece harto más bonita que la que tengo yo. Es lo que hay.

martes, 12 de octubre de 2010

Glass by Glass (2)

Con menos público que el sábado, Philip Glass se presentó el domingo pasado frente al piano en un recital, al menos en el papel, interesante. Ocho de sus Études, cuatro de las cinco Metamorphosis (omitió la primera porque "era demasiado parecida a la quinta") y Mad Rush, una pieza compuesta originalmente para órgano de iglesia y particularmente hermosa, fueron el comienzo del recital que, a contar de este punto, se apartó del programa. Tres piezas fueron simplemente omitidas y Glass dio por concluido el asunto con una pieza cuyo nombre no entendí, y dos encore. A tal punto llegaba su prisa (o indiferencia) que dijo que tocaría los dos encore seguidos. Así se ahorraba tener que salir y volver a entrar. Y también pidió que por favor...no lo interrumpieran entre medio. Hubo aplausos de todas formas después del primero, él los agradeció, tocó el segundo y se acabó. La ovación fue bastante intensa, y el público era con claridad incondicional de él. O de su figura, porque como pianista es bastante desprolijo (y a juzgar por alguien que conocía mejor las piezas que yo, además tocó todo muy rápido). Final abrupto, como el de sus propias composiciones.

lunes, 11 de octubre de 2010

Obituario: Joan Sutherland, 1926-2010

El día de ayer, domingo 11, falleció la soprano australiana Joan Sutherland, conocida como La stupenda. Su debut escénico fue en 1951, en la ópera Judith de Eugene Goossens. Fue en 1959, en Londres, donde saltó a la fama internacional, en una hoy histórica función de Lucia di Lammermoor, uno de los roles que más y mejor cantó en su carrera. En el ínterin, Sutherland probó varios papeles que hacían pensar en una carrera con posibilidades más dramáticas. Fue a contar de su matrimonio con el director de orquesta Richard Bonynge que su carrera se enfocó a la categoría de soprano ligera o, con posterioridad, al drammatico d'agilità. Su repertorio fue desde entonces el bel canto decimonónico, perfectamente plasmado en su primer recital The Art of the Prima Donna, un LP doble donde la Sutherland (dirigida por Francesco Molinari-Pradelli) rendía homenaje a varias de las grandes divas de la ópera en arias representativas (abajo, el clip de YouTube reproduce la versión de "Caro nome" grabada en ese recital).

En 1961 debutó en el Metropolitan de Nueva York, lugar que pronto se convertiría en su segundo hogar. Junto a Luciano Pavarotti (nueve años menor que ella), se transformaron rápidamente en una dupla comercial, grabando principalmente durante la década de 1970. La voz de Sutherland, de acuerdo al testimonio de quienes la oyeron en vivo, era simplemente enorme, siendo comparada en muchas ocasiones con el caudal de Birgit Nilsson, con quien también compartía un extraño sentido del humor. Desprolija en la actuación, y con una dicción pastosa que en su última etapa hace ininteligible la mayor parte del texto, Sutherland es simplemente una de las mejores voces de la segunda mitad del siglo XX. Su última representación escénica fue en su nativa Australia, en 1990, en el rol de Margarita de Valois en Los hugonotes, y su última aparación vocal el último día de ese mismo año en la fiesta de Orlofsky en El murciélago, en el Covent Garden. Es sobrevivida por su marido y su único hijo, Adam.

sábado, 9 de octubre de 2010

Glass by Glass (1)

A las 19 horas ya han abierto las puertas para el segundo concierto de Philip Glass. Y claro: se veía poca gente a las puertas del Teatro. Nada que permitiera adivinar el lleno total. Un grupo de gringos están en la entrada de Tenderini (el frontis está cerrado por reparaciones), y el guía les indica en inglés que lo que van a oír dura 90 minutos con un intermedio de 20. "Voy a estar aquí a la salida" les dice, como para tranquilizarlos. Sí, gringos viajan a Chile para ver a otro gringo tocar una música que, después de pensarlo bien, es harto gringa.

No tengo idea cómo habrá estado el primer concierto, el de ayer, pero sospecho que la dinámica debe haber sido parecida. Después de todo, Glass y su conjunto vienen viajando por el mundo tocando este y otros programas similares hace bastante tiempo. El programa de hoy me pareció más interesante: cubría más años (por cierto, el título del ciclo era "40 años de retrospectiva") y concluía con el primer cuadro de Akhnaten, el funeral de Amenofis III, un momento bastante dramático y, por lo mismo, inusual en la producción glassiana. Glass había dicho que quería conversar con el público, lo que se plasmó en un breve anuncio que hacía el compositor del número que iba a tocar. En el caso del fragmento de Kundun el anuncio fue más o menos así: "A continuación, la música de la película Kundun...o más bien, un breve trozo." Puro minimalismo.

Un telón coloreado por luces sirvió de fondo, lo que daba cierta atmósfera, y el Philip Glass Ensemble (siete músicos, incluidos Michael Riesman y Glass) tocaba con una calma y parsimonia que a veces se contradecía con las varias personas (me incluyo) que meneaban la cabeza o los pies al ritmo de Music in Twelve Parts. Dos músicos de la Filarmónica de Santiago intervinieron en la percusión de la segunda parte del programa (también se meneaban bastante, lo que me pareció notable). La chica que hacía la voz ("do re mi do", que en algún momento sonó como "lleve de lo bueno") tenía un parecido notable a alguien que conozco (Carolina, si lees esto: ¡eras tú!). En fin: el público. Según la percepción de un observador continuo del flujo del Municipal, la composición había cambiado bastante, al punto que afirmó que solo un 5% del público habitual había acudido a esto. (Ok, puede que en el recital de Myriam Hernández también haya cambiado, pero este es un cambio de otro tipo.) Algo de jet set criollo, pocas canas y pocas corbatas, el número de personas se incrementaba a medida que se ascendía por los pisos. El aplauso fue creciendo en entusiasmo a medida que avanzaba el programa, hasta rematar en una ovación final, de las más largas que recuerde en el Teatro Municipal (¿Juan Diego Flórez recibirá algo así?). Mañana, Glass al piano.

lunes, 4 de octubre de 2010

Esperando a Philip

Durante cinco días -6 al 10 de octubre- Philip Glass estará ofreciendo conciertos en el Teatro Municipal. Según una entrevista, Glass quiere también conversar su música con el público, por lo que no sería de extrañar que haya más de una sorpresa. Las dos primeras funciones son privadas y asequibles solo con invitación del organizador, la Institución Internacional SEK; las otras tres son para público general, y se encuentran bastante vendidas. El quinto día será el más íntimo, con un recital de piano a cargo del propio Glass. El programa de los otros cuatro días es doble y sigue el siguiente detalle:

Miércoles 6 y viernes 8

In the Upper Room (1986): Dance Piece Nº 9
Music in 12 Parts (1971-74): Parts 1 and 2
Einstein on the Beach (1976): Building
Koyaanisqatsi (1982): The Grid
Einstein on the Beach (1976): Dance I
Glassworks (1983): Facades
The Photographer (1983): Act III

Jueves 7 y sábado 9

Music in Similar Motion (1969)
Glassworks (1981): Opening; Floe
Music in 12 Parts (1971-74): Parts 7 and 8
Kundun (1997): Sand Mandala
Powaqqatsi (1988): Mosque and Temple
Low Symphony (1993): Movement II
The Truman Show (1998): Raising the Sail
Akhnaten (1983): The Funeral

domingo, 3 de octubre de 2010

Contessa, perdono

Hace poco vi una película que parece no llegará a la cartelera local. The Last Station de Michael Hoffman tuvo a sus dos protagonistas nominados a un Oscar en la última entrega: Christopher Plummer como actor de reparto, y Helen Mirren como actriz principal. Es raro que una película sobre una figura histórica como Lev Tolstoi obtenga una nominación del papel principal en la categoría "actor de reparto" (aunque claro, siempre se puede argumentar que era la categoría que estratégicamente le convenía más). Pero esa anomalía no me interesa, sino otra. La película está ambientada en 1910 y sigue la relación del escritor con su mujer, la Condesa Sofía Andreevna Bers (Helen Mirren), en los últimos días de vida de aquel. De origen noble, Tolstoi adoptó una vida ascética, que lo llevó a rechazar la propiedad privada y renunciar sus derechos de autor en favor del pueblo ruso. Así, vemos el enfrentamiento de su mujer con quienes apoyan la decisión del autor, principalmente el movimiento tolstoyano, que abogaba por un anarquismo y abandono de la riqueza material. Paul Giamatti como Vladimir Chertkov, uno de los tolstoyanos, no sería precisamente mi primera opción para semejante papel. Pero claro, eso fue antes de verlo, porque a la larga...resulta bastante convincente.

Pero esa tampoco es la anomalía. Hela aquí: en una escena, los Tolstoi se hayan comiendo una merienda al aire libre. Se sucede un breve intercambio de ideas acerca de la pobreza y la propiedad privada, y, para calmar los ánimos, ponen a funcionar un fonógrafo. Lo primero que reproduce es la voz de Tolstoi dando un discurso. En parte avergonzado, en parte malhumorado por el tono con que la discusión terminó, Tolstoi se retira. Con premura, la Condesa se para, saca el disco y coloca otro. Y lo que suena es Mozart. Más precisamente, parte del final de Las bodas de Fígaro, justo en el momento en que el Conde entona la frase "Contessa, perdono", y con la que comienza un bello momento en esa ópera: la reconciliación del marido adúltero con su mujer. Nada de esto es repicable en el caso de los Tolstoi, pero reconciliación es lo que terminamos pidiendo al final de la película. Lo notable es que un momento así no podría haber sucedido. La primera grabación de Las bodas de Fígaro ocurrió en 1935, bajo la batuta de Fritz Busch. La película es de hecho honesta con esto: utilizan la grabación de 1937 dirigida por Bruno Walter. Mi librito-catálogo de Discos Victor no indica ninguna grabación parcial de ese fragmento. Así que podemos concluir que se trata de una pequeña libertad histórica por parte del director. Y bien por ello, porque me alegró ese día.

Abajo está colgado el fragmento, con Thomas Allen entonando la frase de apertura del conjunto. Digo, por si alguien quiere comprobar su idoneidad como música reconciliatoria.

viernes, 1 de octubre de 2010

[CD] Wolf-Ferrari: Il segreto di Susanna

Ermanno Wolf-Ferrari: Il segreto di Susanna; Serenata. Dora Rodrigues, soprano; Marc Canturri, barítono. Anna Tilbrook, piano; Orquesta Filarmónica Real de Liverpool, Vasily Petrenko, director. Grabación en vivo, 22.XI.2008, Liverpool. 1 disco (56'57'') + libretto bilingüe (48 pp.). Avie 2010 (AV2193).
Hasta hace no poco tiempo, fumar era considerado simplemente un vicio. Hoy día es una conducta que califica de delito o falta, y los fumadores parecen ir en franca retirada. Fumar, supongo, pasará con el tiempo a ser algo parecido a inhalar rapé o beber ajenjo. En su informado libro Opera: Desire, Disease, Death, Linda y Michael Hutcheon discuten el trasfondo médico de varias óperas: la tuberculosis en Traviata, la sífilis en Parsifal, el cólera en Lulu. Llegados al “fumar”, los Hutcheon destacan las conexiones simbólicas que el fumar tiene con el placer, lo peligroso y la transgresión; pero también su asociación con la masculinidad, llegando a verse a las fumadoras como seres inmorales. La idea de una mujer fumando era demasiado cercana a la idea de igualdad de géneros, y por lo mismo fue un tabú durante mucho tiempo.

La violación de ese tabú es el material de la ópera de cámara (o intermezzo como la llamó su autor) Il segreto di Susanna. Ermanno Wolf-Ferrari (1876-1948) es un músico escasamente recordado hoy. Nacido en Italia, Wolf-Ferrari tomó Múnich como residencia, y muchas de sus óperas fueron estrenadas ahí. Es un caso similar al de Ferruccio Busoni, con la diferencia que Wolf-Ferrari se mantuvo alejado de las vanguardias y la teorización. En su música se reconoce con facilidad la vena melódica italiana, y sus temas respondieron siempre a una inspiración mediterránea. Il segreto di Susanna (El secreto de Susana) se estrenó en 1909 en el Hoftheater de Múnich, en alemán como Susannens Geheimnis, y es la obra que mejor le ha sobrevivido. La trama es simple: el Conde Gil sospecha de la fidelidad de su mujer, Susana, al notar un persistente olor a tabaco en su casa. Usando algunas excusas para sorprenderla, y mediando una pelea, Susana finalmente confiesa su secreto: ella fuma. Final feliz: marido y mujer fumarán juntos de ahora en adelante.

En esta aparente inocente trama hay algunos tópicos que me parecieron interesantes, y que los Hutcheon describen así: "Aquí [en la discusión entre marido y mujer] es cuando se agrega todavía otra asociación, una que también tiene una larga historia en la representación musical del fumar: los violentos celos de los hombres y una necesidad por controlar la vida de sus mujeres a cualquier precio. Gil, el marido en cuestión, se haya angustiado, casi obsesionado, por horribles dudas sobre la infidelidad de su mujer. A pesar que cree que ella luce suficientemente inocente ('E volto quello di chi un marito inganna?'), le ha prohibido salir sola. Cuando no está consumido por sus celos, ve en su Susana a la más virtuosa, la más hermosa de las mujeres -digna de ser comparada con un lirio o un límpido espejo- y sabe que sus sospechas arriesgan contaminar su amor tanto como sus metáforas" (p. 174). La pequeña obra de Wolf-Ferrari no indaga más en estos tópicos (la corrupción del amor, la violencia de los celos), pero tampoco tendría por qué hacerlo dada su naturaleza cómica. Es simpático, eso sí, que los sugiera de una forma tan amena, y uno podría pensar en un programa doble con alguna otra pieza que continúe esa línea en clave más tétrica (Il tabarro es un candidato bastante idóneo).

La discografía de esta ópera es generosa: tres grabaciones comerciales, incluyendo un registro hoy inconseguible con Renata Scotto. El presente disco recoge la representación escénica de la obra, en Liverpool, donde el joven Vasily Petrenko (*1976) asumió en 2006 como director principal de su orquesta. Al parecer el “efecto Petrenko” ha sido positivo en el aspecto económico (véase la nota aparecida hoy en El Mercurio), y este disco da cuenta de una enorme musicalidad, en un repertorio –el italiano– que nunca ha sido patrimonio de los rusos (aunque los tintes neo-clásicos de la partitura le dan un cierto sabor a Stravinsky, algo que pueden oír en el fragmento colgado abajo). La portuguesa Dora Rodrigues y el español de idóneo apellido Marc Canturri se complementan bien, ambos con voces juveniles y frescas, pero no demasiado interesantes. Pasan con soltura desde los arrumacos amorosos, a una tempestuosa escena de celos (“cocodrilo” y “tigre” son los epítetos que la pareja se arroja), donde el referente parece ser no el Otello de Verdi, sino el de Rossini. El disco se completa con cinco canciones para barítono y piano del compositor, reunidas bajo el título Serenata. La toma del sonido es limpia, con una audiencia prácticamente muda. Podrían haberse incluido los aplausos finales, al menos para comprobar si el mutismo equivalía a religioso silencio o a indiferencia. Es de suponer lo primero, porque con una ópera como esta es difícil quedarse dormido.

Vasily Petrenko


Wolf-Ferrari, Il segreto di Susanna, obertura