sábado, 2 de julio de 2011

Desde Asia


En el Centro de Extensión de la Pontifica Universidad Católica se está desarrollando el Primer Festival de Cine Asia Este/Sureste (no tengo muy claro cómo hay que escribirlo). Ayer, viernes, fue la inaguración con El hombre que podía recordar sus vidas pasadas (también traducida como El tio Boonmee recuerda sus vidas pasadas), película del cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul (¡dilo tres veces rápido!), que ganó en 2010 la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

En la inauguración, uno de los discursos, pronunciados por una académica con especialidad en la cultura oriental, sugirió que la clave para entender el cine asiático es la fusión entre lo autóctono y lo foráneo. Puede que por su generalidad sea una afirmación cierta, pero no hay que desconocer que efectivamente existe esa mezcla, que no equivale a una solución de compromiso o eclecticismo. La forma, por ejemplo, en que el cine coreano (surcoreano para ser exacto) ha entrelazado varios de los géneros canónicos del cine occidental muestra que esa "fusión" es ante todo creación, y para nada ingenua. Hay, de hecho, en buena parte de esas películas, una crítica al tipo de expectativas que los géneros tradicionales forman en los espectadores.


La película tailandesa de esta inauguración, El tio Boonmee recuerda sus vidas pasadas, lidia con la vieja dicotomía alma/cuerpo. Pertrechado con una teoría de la transmigración del alma o metempsicosis, el espectador puede salir un tanto defraudado, porque no es del todo explícito cuáles son esas vidas pasadas del título (remarco el plural). Hay momentos ciertamente hermosos, en particular el episodio de la princesa y el bagre (que le da un sentido novedoso a la expresión "pescado fresco"). Ese episodio funciona como una especie de intermedio, y digo "especie" porque al tratarse de una narración no convencional la sola idea de "intermedio" -es decir algo que está "entre medio" de otra cosa- supone la existencia precisa y delimitada de aquello que está "alrededor del medio". Esa bella reproducción de un paisaje primordial, casi mitológico, donde tiene lugar un improbable encuentro entre dos cuerpos (aunque quizá no tan improbable si se piensa en almas), resulta poéticamente estimulante, pero escasamente explicativa. Es cierto que todo aquí se mueve en el plano de lo sugestivo y lo impresionista, y ello parece el peor material posible para exigir una explicación de algo. Con un carácter surrealista la película puede terminar siendo poco convincente para muchos (en el cóctel ofrecido al final ciertamente se notó). El "mono" de la película pareció eso sí despertar al menos la curiosidad del público. Se repite este domingo 3 y el próximo sábado 16 a las 18 horas.

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