Arias y escenas de óperas de Rossini. Joyce DiDonato, mezzosoprano; Orquesta y Coro de la Academia Nacional de Santa Cecilia de Roma, Edoardo Müller (director). Grabación de estudio, VI.2009. 1 disco (72 min.) + folleto multilingüe (44 pp.). Virgin 2009 (50999 6945790 6).
Al igual que varios otros solistas, Joyce DiDonato (Kansas, 1969) decidió dedicar un disco a un gran cantante del pasado. La elección de DiDonato fue Isabella Colbran, la diva española para quien Rossini compusiera diez roles y que eventualmente se convirtiera en su mujer. Colbran, como inspiración, es lo que anima el programa de este disco dedicado enteramente a Rossini. Nunca sabremos cómo sonaba la voz de Colbran, pero por la escritura de sus roles inferimos que su rango vocal era fluidamente de más de dos octavas. En el ensayo que acompaña el disco, Philip Gossett precisa que muchas veces la escritura para Colbran no la exigía demasiado en el agudo, lo que explica que muchos de sus roles hayan sido recientemente cantados por mezzos. Si Colbran fue una soprano con una mayor extensión grave, o una mezzo con facilidad para el agudo, es un asunto de etiquetas. Mezzos como Jennifer Larmore y Sonia Ganassi se han aventurado a cantar roles enfrentados también por sopranos como Leyla Gencer y June Anderson, por lo que la cuestión no puede ser planteada en términos de todo o nada.
DiDonato eligió seis papeles que la Colbran estrenó. La primera colaboración que tuvo con Rossini fue en Nápoles, en lo que marcaría el inicio de la etapa musicalmente más rica del compositor. El rol titular de Elisabetta, regina d’Inghilterra hace su entrada con música que luego habrá de pasar a Barbiere y Cenerentola, y junto con “Bel raggio lusinghier” de Semiramide, son las dos únicas selecciones que calzan con mayor precisión en el esquema convencional de aria+cabaletta. DiDonato es eficiente en ambas, con una coloratura muy limpia y dicción clara. Si bien la competencia en Elisabetta es reducida, Semiramide ha sido uno de los vehículos para las mejores sopranos coloratura del siglo pasado. A pesar que el trabajo de DiDonato es cuidadísimo, y a pesar que en la época del estreno la Colbran estaba con sus medios reducidos, es imposible obviar que Joan Sutherland y Edita Gruberová han hecho el rol con las piruetas vocales más intrincadas posibles, interpolando una cantidad de agudos que DiDonato ciertamente carece. La comparación es injusta, pero me pregunto cuánto futuro tiene una interpretación de la reina babilonia por una voz hermosa, pero demasiado alejada de las expectativas del auditor.
El titular de Armida posee una de las escrituras más complejas, y ha sido tomado por contadas voces. Maria Callas fue la primera gran soprano en revivir el papel, y es comúnmente aceptado que se trata de la vara por la que ha de medirse al resto. Sospecho que el rol nunca ha sido cantado por una mezzo en escena, pero el aria con variaciones “D’Amore al dolce impero” ha sido al menos grabada por voces graves. La estructura del fragmento le permite a DiDonato mostrar varias facetas de su arte. El tema, cantado con delicadeza y sensualidad, está hermosamente fraseado con una dicción italiana perfecta. Las dos variaciones son ejecutadas con mucha seguridad, pero a medida que asciende al agudo, sentimos que la hechicera pierde poderío. Es en esa zona donde la vara de Callas se hace notar. DiDonato no tiene el Mi bemol que Callas interpola, pero sí tiene el Do que Rossini escribió, una nota pasajera que emite con claridad, aunque confirma que su voz está más cómoda en la zona media.
En la plegaria de Anna de Maometto Secondo y en un fragmento de la introducción de La donna del lago, dos momentos de piadosa convicción y bucólica calma respectivamente, DiDonato ofrece un canto de hermosa coloración y cuidadoso legato que, unido a la dirección ágil de Edoardo Müller, nunca parece afectado. Es como Elena que DiDonato me parece particularmente efectiva, un rol con el que debutará el 2010 en Ginebra. La donna del lago es una de las óperas más sofisticadas de Rossini y la que más lo acerca a la estética romántica. Elena, la prima donna, pasa por varios estados anímicos, que concluyen felizmente en el rondó “Tanti affetti”. Con recurrentes excursiones al grave, el rondó es una pieza de lucimiento vocal exquisita que DiDonato domina con pericia. El riesgo aquí siempre es sonar en exceso dramática, un poco en la forma en que Montserrat Caballé lo grabó en su disco de "rarezas":
DiDonato explora con mayor relajo el momento feliz que Elena vive, y desde la ornamentación al fraseo ligeramente ambiguo de la frase "Ah signor! la bella pace", el resultado es muy original si se lo compara con sus demás colegas (lo colgué al final). En recital, es capaz hasta de sacar sonrisas, lo que no deja de avenirse con el humor festivo. He aquí la forma en que DiDonato lo ejecutó en la Gala de la Fundación Marilyn Horne, el 18 de enero de 2009:
No es en la forma musical más convencional donde DiDonato luce todavía sus mejores dotes, sino en dos escenas de largo aliento que se cuentan entre lo mejor del disco. La canción del sauce de Otello está enmarcada por el comienzo del acto tercero y la breve plegaria de Desdémona, incluido un cameo del ascendente tenor Lawrence Brownlee para el rol del gondolero. Es en momentos como este donde DiDonato despliega lo mejor de su talento, logrando un retrato honesto de la afligida mujer del moro. Y si no fuera irónico, uno diría que casi por arte de magia vuelca inmediatamente después sus energías para la escena final de Armida. El cambio de humor es sorprendente cuando la venganza y el despecho toman el rol protagónico. La endiablada coloratura fluye con una perturbadora facilidad de los labios de la que antes que bruja se muestra como una mujer herida en la voz de DiDonato. Extraordinario cierre, que reclama una grabación completa del papel, para un disco que, en el balance final, es un gran estímulo auditivo.
DiDonato eligió seis papeles que la Colbran estrenó. La primera colaboración que tuvo con Rossini fue en Nápoles, en lo que marcaría el inicio de la etapa musicalmente más rica del compositor. El rol titular de Elisabetta, regina d’Inghilterra hace su entrada con música que luego habrá de pasar a Barbiere y Cenerentola, y junto con “Bel raggio lusinghier” de Semiramide, son las dos únicas selecciones que calzan con mayor precisión en el esquema convencional de aria+cabaletta. DiDonato es eficiente en ambas, con una coloratura muy limpia y dicción clara. Si bien la competencia en Elisabetta es reducida, Semiramide ha sido uno de los vehículos para las mejores sopranos coloratura del siglo pasado. A pesar que el trabajo de DiDonato es cuidadísimo, y a pesar que en la época del estreno la Colbran estaba con sus medios reducidos, es imposible obviar que Joan Sutherland y Edita Gruberová han hecho el rol con las piruetas vocales más intrincadas posibles, interpolando una cantidad de agudos que DiDonato ciertamente carece. La comparación es injusta, pero me pregunto cuánto futuro tiene una interpretación de la reina babilonia por una voz hermosa, pero demasiado alejada de las expectativas del auditor.
El titular de Armida posee una de las escrituras más complejas, y ha sido tomado por contadas voces. Maria Callas fue la primera gran soprano en revivir el papel, y es comúnmente aceptado que se trata de la vara por la que ha de medirse al resto. Sospecho que el rol nunca ha sido cantado por una mezzo en escena, pero el aria con variaciones “D’Amore al dolce impero” ha sido al menos grabada por voces graves. La estructura del fragmento le permite a DiDonato mostrar varias facetas de su arte. El tema, cantado con delicadeza y sensualidad, está hermosamente fraseado con una dicción italiana perfecta. Las dos variaciones son ejecutadas con mucha seguridad, pero a medida que asciende al agudo, sentimos que la hechicera pierde poderío. Es en esa zona donde la vara de Callas se hace notar. DiDonato no tiene el Mi bemol que Callas interpola, pero sí tiene el Do que Rossini escribió, una nota pasajera que emite con claridad, aunque confirma que su voz está más cómoda en la zona media.
En la plegaria de Anna de Maometto Secondo y en un fragmento de la introducción de La donna del lago, dos momentos de piadosa convicción y bucólica calma respectivamente, DiDonato ofrece un canto de hermosa coloración y cuidadoso legato que, unido a la dirección ágil de Edoardo Müller, nunca parece afectado. Es como Elena que DiDonato me parece particularmente efectiva, un rol con el que debutará el 2010 en Ginebra. La donna del lago es una de las óperas más sofisticadas de Rossini y la que más lo acerca a la estética romántica. Elena, la prima donna, pasa por varios estados anímicos, que concluyen felizmente en el rondó “Tanti affetti”. Con recurrentes excursiones al grave, el rondó es una pieza de lucimiento vocal exquisita que DiDonato domina con pericia. El riesgo aquí siempre es sonar en exceso dramática, un poco en la forma en que Montserrat Caballé lo grabó en su disco de "rarezas":
DiDonato explora con mayor relajo el momento feliz que Elena vive, y desde la ornamentación al fraseo ligeramente ambiguo de la frase "Ah signor! la bella pace", el resultado es muy original si se lo compara con sus demás colegas (lo colgué al final). En recital, es capaz hasta de sacar sonrisas, lo que no deja de avenirse con el humor festivo. He aquí la forma en que DiDonato lo ejecutó en la Gala de la Fundación Marilyn Horne, el 18 de enero de 2009:
No es en la forma musical más convencional donde DiDonato luce todavía sus mejores dotes, sino en dos escenas de largo aliento que se cuentan entre lo mejor del disco. La canción del sauce de Otello está enmarcada por el comienzo del acto tercero y la breve plegaria de Desdémona, incluido un cameo del ascendente tenor Lawrence Brownlee para el rol del gondolero. Es en momentos como este donde DiDonato despliega lo mejor de su talento, logrando un retrato honesto de la afligida mujer del moro. Y si no fuera irónico, uno diría que casi por arte de magia vuelca inmediatamente después sus energías para la escena final de Armida. El cambio de humor es sorprendente cuando la venganza y el despecho toman el rol protagónico. La endiablada coloratura fluye con una perturbadora facilidad de los labios de la que antes que bruja se muestra como una mujer herida en la voz de DiDonato. Extraordinario cierre, que reclama una grabación completa del papel, para un disco que, en el balance final, es un gran estímulo auditivo.
La donna del lago, "Tanti affetti...Fra il padre"