sábado, 3 de octubre de 2009

Blonkamp, District 9: Bichos feos

"¡Cuidado! Paso de no-humanos."

Después de ver la adaptación al cine que Steve Jacobs hizo de Disgrace, la novela de Coetzee, District 9 (Sector 9 en los cines) llega casi como anillo al dedo. La novela de Coetzee transcurre en una Sudáfrica post-apartheid (el sistema jurídico de segregación racial que por casi medio siglo imperó en el más austral de los países africanos). Las leyes del apartheid incluían, por ejemplo, la criminalización de relaciones sexuales interraciales, lo que constituye un punto de partida para la historia que Coetzee, y ahora Jacobs, nos cuentan. District 9 funciona de forma muy parecida. Neill Blomkamp, su director, nos presenta un mundo posible en el que extraterrestres aparcan en la ciudad más grande de Sudáfrica, Johannesburgo, en los últimos años del apartheid. Llegan, eso sí, maltrechos. Y llegan para quedarse.

Blonkamp, con mucha ironía, explora algunas de las situaciones a las que da pie la visita incómoda de unos seres físicamente distantes a nosotros (semejan una jaiba o pulga de mar). Vemos, en la apertura, cómo rápidamente hay sublevaciones, demandas por alimento y vivienda, pero vemos también el surgimiento de “prostitución interespecie” (en el año Darwin, parece hasta demasiado probable). Las políticas de segregación que siguen, y que Blonkamp explora en la primera parte a través de un funcionario ligeramente estúpido llamado Wikus Van Der Merwe (Sharlto Copley, a la altura de un Steve Carell), no nos resultan distantes. Blonkamp sigue una línea ya trazada por películas como Blade Runner o Star Wars en las cuales aquello que nos hace humanos es tematizado a partir no de nuestra particular naturaleza, sino de lo que, a primera vista, se aleja de ella. Los bichos que caen del cielo (una imagen casi bíblica), se transforman a medida que avanza la película. Por ejemplo, tienen descendencia a partir de un método harto asqueroso...pero no es tan difícil imaginar personas que piensan que el acto humano de procreación es también asqueroso. La población callampa en la que viven no es tan distinta de...bueno, de nuestras poblaciones callampas. Son feos. Sí que lo son. Pero, sobra decirlo, esa nunca ha sido una característica del todo ajena al género humano.

Si no fuera porque la referencia es demasiado obvia, District 9 funcionaría como una alegoría de la discriminación. En la forma en que se presenta, parece más una parábola. Y por lo mismo, la pregunta es qué clase de enseñanza podemos extraer de ella. Porque para condenar la discriminación no necesitamos un recurso tan extraordinario como una invasión alienígena. ¿Cuántas narrativas se necesitan para que todos estemos de acuerdo en que hay prácticas que no debieran infligirse a ningún ser humano? La ciencia ficción ha abierto las puertas hace mucho a un número impensado de ellas. Sin embargo, ¿cuánto es suficiente? Porque si cada generación necesita una narrativa propia para los horrores perennes, entonces lamentablemente District 9 es una película pesimista. Lo fuere o no, es ciertamente un logro. Probablemente por mucho tiempo.

El bicho feo...con sentimientos.

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