Hoy se exhibió por primera vez en Chile una ópera en el formato HD (High Definition), es decir la proyección en un cine o lugar afín de una función de ópera en vivo vía satélite. El Teatro Nescafé de las Artes tiene la franquicia en Chile del producto del Metropolitan Opera House, y, como en varios otros países, se pudo ver Tosca en la nueva producción de Luc Bondy. No tengo mucho que agregar a los varios bytes de crítica que han fluido por internet (por todos, véase el siempre confiable comentario de Alex Ross para el estreno). La puesta de Bondy no es particularmente atractiva, aunque tampoco especialmente fea. El trabajo de los cantantes en escena es, eso sí, muy cuidado; hay momentos de factura espontánea, como el dúo del acto primero, y otros particularmente logrados, como la reacción de Mario ante la noticia que Tosca ha matado a Scarpia. Eso ratifica mi intuición sobre Bondy; a saber, que es un gran director de escena. Puede que la escenografía no sea demasiado feliz, pero es ciertamente una Tosca que no amerita la pared de abucheos que recibió el día de su estreno.
La experiencia en sí misma es sui generis, porque no es exactamente como ir al cine. Por de pronto, no hay palomitas ni nada parecido. La inclusión de entrevistas en backstage durante los intermedios es invaluable, y hacen que uno recuerde que no está en el teatro (por ejemplo, porque se encienden las luces, y la gente sigue sentada). También uno se da cuenta que no está en el teatro porque los subtítulos son harto deficientes. Algunas veces me he quejado de ciertas traducciones hechas por el Municipal, pero esos subtítulos están a años luz de los proyectados hoy. La traducción es solamente aproximada; si se agrega a eso la traducción distinta de una misma línea cantada más de una vez, la no-traducción de muchas líneas, y la "traducción" de líneas inexistentes el resultado es que quien no conozca el texto saldrá con una idea bien torcida del trabajo del libretista.
Hay que hacer notar también otro par de detalles respecto al producto que el Teatro Nescafé ofrece, en particular los precios. Yo pagué $20.000 por un asiento en platea alta, que, en general, es una buena ubicación. Solo una Marge Simpson me habría logrado bloquear la visión. Sin embargo, es superior a la tarifa que cobran los cines en Estados Unidos (revisando en línea, los precios oscilan hasta los US$22). Suponiendo que la iniciativa de llevar la ópera al cine sea ampliar el público, uno pensaría que los precios debieran ser un poquito más baratos que, por de pronto, una entrada para el Teatro Municipal (donde la galería en el segundo elenco tiene el valor de $6.000 sin descuento). Esto ciertamente no se cumple. Es de esperar, aunque lo veo poco probable, que se reduzcan un poco los precios, en particular considerando que no se vendieron todas las localidades (¿quizá iniciar algún descuento de último minuto?).
Es obvio que los precios incidieron en el público. La mayoría de los asistentes eran personas de la tercera edad y adultos sobre los 40 años (es decir, la clase de operáticos con el poder adquisitivo suficiente como para darse un gusto como este). De alguna forma el evento era bastante snob. Es decir...es ópera y es ópera desde Nueva York, el centro mismo del universo para muchos. Por lo mismo resultaba bastante pintoresco que la gente (no toda eso sí) aplaudiera a los artistas. Marcelo Álvarez se mostró muy solvente como Cavaradossi, pero me pregunto si tiene algún sentido aplaudir a una pantalla de cine. Varias veces. Y no al final.
El rango etario también me parece interesante, considerando que la puesta de Bondy es bastante moderna para los estándares de los asistentes más maduros. ¿Qué ocurrirá con ese público cuando llegue la Armida de Mary Zimmerman, o Los cuentos de Hoffmann de Bartlett Sher? Habrá que esperar para ver.
¿Fue un éxito la iniciativa del Teatro Nescafé? Depende. Cierta vez acompañé a un amigo a ver una charla de un rabino sobre el pensamiento de Emmanuel Levinas. Recuerdo que me sorprendió ver tanta gente. Le comenté eso y mi amigo me respondió que eso dependía. Dependía porque la cantidad de personas puede contarse numéricamente, pero también con algún otro criterio. Si no hay personas jóvenes, me dijo, pareciera que no está tan lleno. Si es así, entonces lamentablemente la función del Nescafé no fue un éxito muy rotundo.
La experiencia en sí misma es sui generis, porque no es exactamente como ir al cine. Por de pronto, no hay palomitas ni nada parecido. La inclusión de entrevistas en backstage durante los intermedios es invaluable, y hacen que uno recuerde que no está en el teatro (por ejemplo, porque se encienden las luces, y la gente sigue sentada). También uno se da cuenta que no está en el teatro porque los subtítulos son harto deficientes. Algunas veces me he quejado de ciertas traducciones hechas por el Municipal, pero esos subtítulos están a años luz de los proyectados hoy. La traducción es solamente aproximada; si se agrega a eso la traducción distinta de una misma línea cantada más de una vez, la no-traducción de muchas líneas, y la "traducción" de líneas inexistentes el resultado es que quien no conozca el texto saldrá con una idea bien torcida del trabajo del libretista.
Hay que hacer notar también otro par de detalles respecto al producto que el Teatro Nescafé ofrece, en particular los precios. Yo pagué $20.000 por un asiento en platea alta, que, en general, es una buena ubicación. Solo una Marge Simpson me habría logrado bloquear la visión. Sin embargo, es superior a la tarifa que cobran los cines en Estados Unidos (revisando en línea, los precios oscilan hasta los US$22). Suponiendo que la iniciativa de llevar la ópera al cine sea ampliar el público, uno pensaría que los precios debieran ser un poquito más baratos que, por de pronto, una entrada para el Teatro Municipal (donde la galería en el segundo elenco tiene el valor de $6.000 sin descuento). Esto ciertamente no se cumple. Es de esperar, aunque lo veo poco probable, que se reduzcan un poco los precios, en particular considerando que no se vendieron todas las localidades (¿quizá iniciar algún descuento de último minuto?).
Es obvio que los precios incidieron en el público. La mayoría de los asistentes eran personas de la tercera edad y adultos sobre los 40 años (es decir, la clase de operáticos con el poder adquisitivo suficiente como para darse un gusto como este). De alguna forma el evento era bastante snob. Es decir...es ópera y es ópera desde Nueva York, el centro mismo del universo para muchos. Por lo mismo resultaba bastante pintoresco que la gente (no toda eso sí) aplaudiera a los artistas. Marcelo Álvarez se mostró muy solvente como Cavaradossi, pero me pregunto si tiene algún sentido aplaudir a una pantalla de cine. Varias veces. Y no al final.
El rango etario también me parece interesante, considerando que la puesta de Bondy es bastante moderna para los estándares de los asistentes más maduros. ¿Qué ocurrirá con ese público cuando llegue la Armida de Mary Zimmerman, o Los cuentos de Hoffmann de Bartlett Sher? Habrá que esperar para ver.
¿Fue un éxito la iniciativa del Teatro Nescafé? Depende. Cierta vez acompañé a un amigo a ver una charla de un rabino sobre el pensamiento de Emmanuel Levinas. Recuerdo que me sorprendió ver tanta gente. Le comenté eso y mi amigo me respondió que eso dependía. Dependía porque la cantidad de personas puede contarse numéricamente, pero también con algún otro criterio. Si no hay personas jóvenes, me dijo, pareciera que no está tan lleno. Si es así, entonces lamentablemente la función del Nescafé no fue un éxito muy rotundo.
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