domingo, 3 de octubre de 2010

Contessa, perdono

Hace poco vi una película que parece no llegará a la cartelera local. The Last Station de Michael Hoffman tuvo a sus dos protagonistas nominados a un Oscar en la última entrega: Christopher Plummer como actor de reparto, y Helen Mirren como actriz principal. Es raro que una película sobre una figura histórica como Lev Tolstoi obtenga una nominación del papel principal en la categoría "actor de reparto" (aunque claro, siempre se puede argumentar que era la categoría que estratégicamente le convenía más). Pero esa anomalía no me interesa, sino otra. La película está ambientada en 1910 y sigue la relación del escritor con su mujer, la Condesa Sofía Andreevna Bers (Helen Mirren), en los últimos días de vida de aquel. De origen noble, Tolstoi adoptó una vida ascética, que lo llevó a rechazar la propiedad privada y renunciar sus derechos de autor en favor del pueblo ruso. Así, vemos el enfrentamiento de su mujer con quienes apoyan la decisión del autor, principalmente el movimiento tolstoyano, que abogaba por un anarquismo y abandono de la riqueza material. Paul Giamatti como Vladimir Chertkov, uno de los tolstoyanos, no sería precisamente mi primera opción para semejante papel. Pero claro, eso fue antes de verlo, porque a la larga...resulta bastante convincente.

Pero esa tampoco es la anomalía. Hela aquí: en una escena, los Tolstoi se hayan comiendo una merienda al aire libre. Se sucede un breve intercambio de ideas acerca de la pobreza y la propiedad privada, y, para calmar los ánimos, ponen a funcionar un fonógrafo. Lo primero que reproduce es la voz de Tolstoi dando un discurso. En parte avergonzado, en parte malhumorado por el tono con que la discusión terminó, Tolstoi se retira. Con premura, la Condesa se para, saca el disco y coloca otro. Y lo que suena es Mozart. Más precisamente, parte del final de Las bodas de Fígaro, justo en el momento en que el Conde entona la frase "Contessa, perdono", y con la que comienza un bello momento en esa ópera: la reconciliación del marido adúltero con su mujer. Nada de esto es repicable en el caso de los Tolstoi, pero reconciliación es lo que terminamos pidiendo al final de la película. Lo notable es que un momento así no podría haber sucedido. La primera grabación de Las bodas de Fígaro ocurrió en 1935, bajo la batuta de Fritz Busch. La película es de hecho honesta con esto: utilizan la grabación de 1937 dirigida por Bruno Walter. Mi librito-catálogo de Discos Victor no indica ninguna grabación parcial de ese fragmento. Así que podemos concluir que se trata de una pequeña libertad histórica por parte del director. Y bien por ello, porque me alegró ese día.

Abajo está colgado el fragmento, con Thomas Allen entonando la frase de apertura del conjunto. Digo, por si alguien quiere comprobar su idoneidad como música reconciliatoria.

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