
Pero esa tampoco es la anomalía. Hela aquí: en una escena, los Tolstoi se hayan comiendo una merienda al aire libre. Se sucede un breve intercambio de ideas acerca de la pobreza y la propiedad privada, y, para calmar los ánimos, ponen a funcionar un fonógrafo. Lo primero que reproduce es la voz de Tolstoi dando un discurso. En parte avergonzado, en parte malhumorado por el tono con que la discusión terminó, Tolstoi se retira. Con premura, la Condesa se para, saca el disco y coloca otro. Y lo que suena es Mozart. Más precisamente, parte del final de Las bodas de Fígaro, justo en el momento en que el Conde entona la frase "Contessa, perdono", y con la que comienza un bello momento en esa ópera: la reconciliación del marido adúltero con su mujer. Nada de esto es repicable en el caso de los Tolstoi, pero reconciliación es lo que terminamos pidiendo al final de la película. Lo notable es que un momento así no podría haber sucedido. La primera grabación de Las bodas de Fígaro ocurrió en 1935, bajo la batuta de Fritz Busch. La película es de hecho honesta con esto: utilizan la grabación de 1937 dirigida por Bruno Walter. Mi librito-catálogo de Discos Victor no indica ninguna grabación parcial de ese fragmento. Así que podemos concluir que se trata de una pequeña libertad histórica por parte del director. Y bien por ello, porque me alegró ese día.
Abajo está colgado el fragmento, con Thomas Allen entonando la frase de apertura del conjunto. Digo, por si alguien quiere comprobar su idoneidad como música reconciliatoria.
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