jueves, 24 de septiembre de 2009

[DVD] Rossini, Ermione (2008, Pesaro)

Gregory Kunde y Sonia Ganassi: "Che Pirro io son rammenta!"

Ermione, ópera en dos actos de Gioachino Rossini. Reparto: Sonia Ganassi (Ermione), Marianna Pizzolato (Andrómaca), Gregory Kunde (Pirro), Antonino Siragusa (Orestes), Ferdinand von Bothmer (Pílades), Nicola Ulivieri (Fénix), Irina Samoylova (Cleone), Cristina Faus (Cefisa), Riccardo Botta (Attalo). Coro de Cámara de Praga, Jaroslav Brych (Maestro del Coro). Orquesta del Teatro Comunale de Bologna, Roberto Abbado (dirección musical). Producción: Daniele Abbado (dirección escénica), Graziano Gregori (escenografía), Carla Teti (vestuario), Guido Levi (iluminación). Grabación: Rossini Opera Festival, Pesaro, agosto de 2008, Tiziano Mancini (dirección de cámaras). Sonido LPCM 2.0, DD 5.1; subtítulos en alemán, castellano, francés, inglés e italiano. 2 DVD (133 minutos) + folleto cuatrilingüe (12 páginas). Dynamic 2009 (33609).

Las series de televisión, cuando llegan a su final, dejan una sensación de pérdida. Es como si ese particular universo en el que existen se suspendiera en el tiempo. Sin embargo, la industria televisiva ha estimado que parte de la pérdida puede paliarse mediante la continuación de la vida de algunos de sus personajes en series propias. El fenómeno del spin-off, aunque no siempre con demasiado éxito, ha sido la respuesta. Esto, sobra decirlo, no es nada nuevo. El mundo del cómic está poblado de ejemplos, que han llevado muchas veces a una multiplicación metafísicamente problemática de algunos personajes. Pero es quizá el mundo de la mitología clásica, lleno de acciones heroicas y dioses veleidosos, el que más material ha aportado para la multiplicación irrazonable de biografías.

La guerra de Troya ha sido una de las fábricas más antiguas de historias. Sir Michael Tippett ofreció una síntesis ajustadísima en su ópera King Priam, que concentrándose en los perdedores, resume más o menos todo lo que hay que saber sobre el conflicto. Más de un siglo antes, Gioachino Rossini puso música a la que podría ser considerada la secuela. El libretto de Andrea Leone Tottola se basa en la Andromaque de Racine, y es uno de los textos menos débiles a los que Rossini puso música. Estrenada el 27 de marzo de 1819 en el San Carlo, es la quinta de las nueve óperas que Rossini escribió para el escenario napolitano, y que hoy son reconocidamente consideradas las menos tradicionales de toda su producción. Desde el inicio mismo notamos las novedades: la obertura, de un sombrío humor, está interrumpida por el lamento del coro de prisioneros troyanos. De ahí en adelante la progresión dramática se estructura de forma un tanto tradicional en torno a números, con cierta aversión al soliloquio (p. ej. cada aria para los dos tenores principales contiene intervenciones de otros personajes). Ermione no gozó de buena fama en vida del compositor, y solo a contar del siglo pasado fue rescatada por solistas como Anna Caterina Antonacci, Montserrat Caballé, Rockwell Blake y Chris Merritt.

Contrario a lo que señala el catálogo de Dynamic, contábamos ya en devedé con una producción de esta ópera, a saber la de Graham Vick para Glyndebourne. Se trata de una puesta elegante, con un elenco casi perfecto, pero que en ningún caso agota las posibilidades interpreativas. La nueva producción que el Festival Rossini con sede en Pesaro presentó en 2008 estuvo a cargo de dos tenores, dos mezzos y dos Abbados.

Antonino Siragusa

Los roles de Pirro, el hijo de Aquiles también identificado en la mitología como Neoptolemo, y Orestes, fueron escritos para dos importantes cantantes de la primera mitad del XIX. Andrea Nozzari y Giovanni David estrenaron juntos muchas de las óperas napolitanas de Rossini, y hoy suele entenderse que el primero poseía una voz más oscura y dramática que el segundo, en general más dado a roles amorosos. De ahí que los roles de Nozzari hayan sido cantados en el tiempo reciente por voces más robustas, como Bruce Ford, y los de David por voces más delgadas, como William Matteuzzi. Nozzari encarnó en el estreno a Orestes y David a Pirro, y en la nueva producción de Pesaro ambos fueron entregados a Antonino Siragusa y Gregory Kunde.

Siragusa viene desde hace tiempo cantando los roles de tessitura alta del bel canto. Orestes fue el vehículo para una voz privilegiada como la de Rockwell Blake, y Siragusa se alinea con ese tipo de voz. La voz corre con amplitud y es muy generosa en la potencia del agudo. En "Che sorda al mesto pianto", un aria con pertichino, es decir un número solista en el cual otro personaje realiza acotaciones secundarias, Siragusa captura con delicadeza el dolor del personaje con frases cortadas, al tiempo que ornamenta más belicosamente la cabaletta, "Ah! come nascondere", donde los agudos finales de cada verso son ligados forte de forma desafiante (compárese con Merritt en la integral de Erato, que fluctúa entre lo grácil y el hipo).

Gregory Kunde: "E pietosa accogli un core". Marianna Pizzolato parece poco convencida

Gregory Kunde es, para mí, un gusto adquirido. La voz con el tiempo ha adquirido mayor cuerpo, lo que le ha permitido pasar de roles como Gérald en Lakmé a rudos como Énée en Les troyens. Pirro es un rol demandante, con una escritura que salta continuamente del agudo al grave. Kunde no tiene una zona grave demasiado atractiva, y en ciertos momentos el tránsito hacia el agudo da la impresión de dos voces. "Balena in man del figlio" es una exigente aria en tres secciones, de las cuales Kunde le saca mejor partido a la central, un andante dirigido a Andrómaca. Las secciones rápidas las maneja con pericia, aunque la cabaletta le queda un poco rápida.

La elección de Sonia Ganassi para el rol titular parece autorizada por haber sido Isabella Colbran quien lo estrenó. La Colbran tenía un rango vocal amplio, que parece desafiar la clasificación rígida de soprano, por lo que entregar el papel a una mezzo no debiera sorprender demasiado. Sin embargo, ese argumento exigiría no que se entregue el rol a una mezzo, sino a una cantante que, cual Colbran, posea ese terreno común en el registro de soprano y de mezzo. Sonia Ganassi no es ciertamente esa cantante. Ganassi es una mezzo de hermoso timbre oscuro, ideal para roles como Rosina o Angelina. Su desempeño como la reina espartana resulta por lo mismo arrojado. El manejo de la coloratura no es problema, excepto cuando debe escalar demasiado al agudo, donde la voz suena apretada. Su desempeño en los dúos con los tenores es bastante parejo, y es en su gran escena del acto segundo donde hay más problemas. La escena es una extensa unión de tres arias y una cabaletta; la forma jadeante de "Di, che vedesti piangere" está bien presentada, aunque a ratos resulta un tanto artificial. Es en "Amata, l'amai" donde las exigencias exceden sus capacidades, en particular en las escalas ascendentes, no demasiados pulcras. (Según reza el folleto, se trata de una edición crítica de la partitura, lo que hace preguntarme si lo que June Anderson y Cecilia Gasdia ejecutan en disco se trata de interpolaciones.) En general, Ganassi pinta un personaje carcomido por las pasiones, las que no siempre expresa con demasiada dignidad.

Sonia Ganassi

Marianna Pizzolato en Andrómaca realiza un trabajo notable por su sobriedad, a pesar que ni vestuario ni dirección escénica son demasiado gratificantes. No es mucho lo que puede mostrar en su única aria, una pieza de elegante factura, pero coronada por una cabaletta ligeramente neurótica. Pizzolato es una efectiva acompañante en su dúo con Pirro, y ciertamente es provechoso seguir oyéndola. Un lujo el Fénix de Nicola Ulivieri, y muy correcto el Pílades de Ferdinand von Bothmer, con un timbre muy contrastante para acompañar a Orestes. El resto del elenco es efectivo, lo mismo el Coro, más exigido que lo habitual en una ópera de Rossini.

Daniele y Roberto Abbado, en escena y foso, realizan un trabajo algo irregular. La escenografía es básicamente una gran habitación color crema con una pared trasera móvil giratoria, semejante al mecanismo con el que se hace aparecer a los participantes en ciertos concursos de televisión. El primer plano se abre para revelar una especie de sótano donde los troyanos habitan; es claro que la oposición arriba/abajo ilustra la dinámica de vencedores/vencidos. Esto es retomado para la escena final, donde Ermione ingresa por este piso inferior. El resultado es funcional, y está en armonía con un vestuario de limpia factura, que luce particularmente a Pirro y su séquito. Es precisamente este último grupo el que provoca un quiebre en la estética de la producción, y que Daniele Abbado explota en el finale primo y en medio de la gran escena de Ermione, al hacer aparecer ahí a la nueva pareja real de Pirro y Andrómaca por la pared trasera, rodeada de un grupo algo repulsivo de personajes. Honestamente, la idea es un poco rebuscada. ¿Sugiere Abbado que el hijo de Aquiles está condenado por los suyos y no por la daga de Orestes? ¿O acaso se intenta mostrar que el asesinato de aquel es justo en la medida que representa la muerte de un tirano (las referencias a la estética fascista son algo confusas)? Como fuere, incluso la ejecución de esta idea extraviada es óptima, en particular por la cuidadosa iluminación de Guido Levi.

Daniele Abbado en un momento expresionista

Roberto Abbado, por su parte, realiza un enfoque sinfónicamente sustancioso de la partitura, optando por tempi más pausados. Esto a veces produce cierta falta de diferenciación entre las secciones de los números, bastante notorio en el dúo de Pirro y Ermione, donde el tempo di cabaletta es abordado con poca tensión. Hay momentos muy logrados, como la entrada final de Orestes ensangrentado. El resultado global, sin embargo, es el de una Ermione menos dramática. La orquesta suena impecable, en particular las maderas de la obertura. Dynamic almacenó en dos discos la ópera, lo que a estas alturas se está convirtiendo en la regla para los devedés. Un bonus no habría venido mal.

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