Roberto Oswald y Aníbal Lápiz habían firmado hace varios años una Turandot en la línea tradicional en que se monta este título (para todos los efectos: Zeffirelli). Este año, el Teatro Municipal anunciaba una "nueva producción" a cargo de...sí, Oswald y Lápiz. Esta última se trata en realidad de una versión ajustada de lo que la dupla argentina había hecho el 2006 en el Luna Park de Buenos Aires, y que luego recaló en México en una gira del Teatro Colón el 2007.
Fuera de esa precisión -es decir, si se trata o no de una "nueva producción" en el sentido de ser su primera presentación en sociedad- lo importante es más bien saber qué la hace distinta de la anterior, ya que a simple vista el resultado es bien parecido. Es cierto: hay algunos cambios, como el traje de Turandot en el acto segundo, morado antes, negro ahora. Pero el resultado general es bastante, bastante similiar: el verdugo afilando su espada con todo el pueblo mirando, la especie de rampa en que se ubica el emperador, las jugarretas infantiles de Ping, Pang y Pong. No recuerdo exactamente cómo transcurría antes el dúo final, por lo que solo puedo aceptar con alivio la elección actual de cantarlo delante de una cortina blanca. Después de toda la chinoisserie de la hora anterior, es un verdadero respiro.
Mi impresión final es que la "nueva producción" es solamente una versión un poquito más sobria de la anterior. Y por "sobria" no quiero decir que sea ni remotamente minimalista, simbólica o poco-extravagante. Es básicamente todo lo que uno ve en un restorán de comida china. Así que para comprobarlo pasé a uno después de la función (ok, el hambre también influyó). Era uno que solo entregaba comida para llevar. Había una reja que separaba al cliente del mesón de atención (me recordó el local de apuestas en Snatch, la película del ex-marido de Madonna). Unas sillas, un televisor y unos póster de ¿China? eran básicamente la decoración. Era todo un poco deprimente la verdad. Conversé con el chico que atendía (me dijo que lo hacían hasta las 1.00 AM a veces, lo que en ese momento me dije "debo recordar"), y me habló de autos japoneses, de que antes el local era una carnicería, y que los logos robados de las camionetas los venden en la calle a $500. Pagué y me fui.
En un sentido, la puesta de Oswald y Lápiz va más allá del imaginario del restorán de comida china. Es de hecho más fiel a la idea misma de un restorán de comida china de lo que efectivamente son los propios restoranes (o al menos, el que visité, que en todo caso se anuncia como tal). Por lo mismo, si se trataba de crear una "nueva producción" la novedad podría haber radicado en actualizar ese imaginario. La novedad, sin embargo, no llegó, y ahora tenemos una Turandot que más que nueva parece la versión trascendental de la anterior.
Conclusión: los restoranes de comida china no son lo que eran, Turandot es lo que fue, y no, no debo volver a comer tanta fritanga antes de acostarme.
Fuera de esa precisión -es decir, si se trata o no de una "nueva producción" en el sentido de ser su primera presentación en sociedad- lo importante es más bien saber qué la hace distinta de la anterior, ya que a simple vista el resultado es bien parecido. Es cierto: hay algunos cambios, como el traje de Turandot en el acto segundo, morado antes, negro ahora. Pero el resultado general es bastante, bastante similiar: el verdugo afilando su espada con todo el pueblo mirando, la especie de rampa en que se ubica el emperador, las jugarretas infantiles de Ping, Pang y Pong. No recuerdo exactamente cómo transcurría antes el dúo final, por lo que solo puedo aceptar con alivio la elección actual de cantarlo delante de una cortina blanca. Después de toda la chinoisserie de la hora anterior, es un verdadero respiro.
Mi impresión final es que la "nueva producción" es solamente una versión un poquito más sobria de la anterior. Y por "sobria" no quiero decir que sea ni remotamente minimalista, simbólica o poco-extravagante. Es básicamente todo lo que uno ve en un restorán de comida china. Así que para comprobarlo pasé a uno después de la función (ok, el hambre también influyó). Era uno que solo entregaba comida para llevar. Había una reja que separaba al cliente del mesón de atención (me recordó el local de apuestas en Snatch, la película del ex-marido de Madonna). Unas sillas, un televisor y unos póster de ¿China? eran básicamente la decoración. Era todo un poco deprimente la verdad. Conversé con el chico que atendía (me dijo que lo hacían hasta las 1.00 AM a veces, lo que en ese momento me dije "debo recordar"), y me habló de autos japoneses, de que antes el local era una carnicería, y que los logos robados de las camionetas los venden en la calle a $500. Pagué y me fui.
En un sentido, la puesta de Oswald y Lápiz va más allá del imaginario del restorán de comida china. Es de hecho más fiel a la idea misma de un restorán de comida china de lo que efectivamente son los propios restoranes (o al menos, el que visité, que en todo caso se anuncia como tal). Por lo mismo, si se trataba de crear una "nueva producción" la novedad podría haber radicado en actualizar ese imaginario. La novedad, sin embargo, no llegó, y ahora tenemos una Turandot que más que nueva parece la versión trascendental de la anterior.
Conclusión: los restoranes de comida china no son lo que eran, Turandot es lo que fue, y no, no debo volver a comer tanta fritanga antes de acostarme.
:-D
ResponderEliminarsiempre es un agrado leerlo, estimado... aunque eso me obligue a "wikipediar" de vez en cuando (reconozco mi ignorancia en esta área)
congrats again!
Amigo Cristobal:
ResponderEliminarMuy interesante lo que publica. Le cuento que tuve la oportunidad de asistir a la obra, y me pareció bastante buena, sin embargo, con los pocos conocimientos de opera que tengo, encontré que Calaf y Turandot no tuvieron una actuación rutilante, personalmente, siento que fueron demasiados frios. Liú me gustó bastante, junto con Ping, Pang, Pong, que los encontré notables.
Saludos y ánimo en todo
pd: Por si acaso, no asistí a la obra como auxliar de turbus, jaja.