Armar un recital en disco no es tarea fácil. La fórmula "acumulativa" solo sirve cuando el producto es un compilado o un recopilatorio histórico. Para vender el producto hay que tener al menos una idea rectora.
Cecilia Bartoli ha hecho buenos negocios con eso, dedicando sendos discos a Gluck, Salieri y Vivaldi. Organizar discos según el repertorio de algún gran cantante del pasado es también una estrategia.
Juan Diego Flórez lo hizo con
Giovanni Battista Rubini,
Philippe Jaroussky con el
castrato Carestini y, de nuevo, Bartoli con
María Malibrán. Toparse con un recital, si se quiere, más abstracto, me parece más recompensante.
Kate Royal (Londres, 1979) organizó su segundo disco para la
EMI a partir de arias del siglo XX, y la sola elección de los compositores ya parece atractiva. Considerando que había espacio, por cierto, se podría haber incluido algún fragmento de
The Tempest de
Thomas Adés, ópera que la misma Royal cantó ya en vivo, y que la propia EMI edita (puedes ver
aquí un comentario de esa grabación).
A primera vista, el disco me recordó otro de
Renée Fleming,
I Want Magic!, un disco de hace diez años que la soprano estadounidense dedicara a compositores de su país. Mirando la lista, la verdad las coincidencias son solo tres: "Do not utter a word" de
Vanessa de
Samuel Barber, "The trees on the mountains" de
Susannah de
Carlisle Floyd, y "I have dreamt" de
Wuthering Heights de
Bernard Herrmann. En todos esos números, Royal es más rápida que su colega (30 segundos en promedio). Y se nota.
Susannah es una adaptación de un texto apócrifo del Libro de Daniel, en el cual una atractiva chica es deseada por dos viejos que intentan abusar de ella (puedes ver
aquí la versión que Gentilleschi da del asunto). La adaptación de Floyd es típicamente norteamericana, ahora con un solo viejo, el reverendo Olin Blitch, y un ambiente campesino. Royal eligió la escena que precede a la seducción, y el resultado es redondo. La voz de Royal es cremosa, muy similar a la de Fleming de hecho, pero sin los manierismos que esta ha acumulado en los últimos años, lo que le permite transmitir la candidez franca del personaje. Más conocido por la música de películas como
Psycho y
Taxi Driver, Herrmann también musicalizó la novela
Cumbres borrascosas de
Emily Brontë con poco éxito. El aria de Cathy aquí grabada es un breve fragmento que abre el apetito, en particular por el tono mórbido que le imprime Royal. El aria de
Vanessa es uno de los pocos sectores más dramáticos del disco, y Royal es efectiva, aunque un tanto exagerada hacia el cierre del fragmento (el texto en todo caso lo autoriza: "¿Todavía me amas como antes? Porque si no, te pediré que te vayas de mi casa ¡esta misma noche!").
El panorama británico abre con un fragmento de
Miss Julie de William Alwyn que da título al disco. La obra homónima de
August Strindberg en que se basa la ópera ya lleva tres adaptaciones a la ópera, y esta es la más asequible al gran público. El lenguaje romántico de Alwyn es un vehículo adecuado para los deseos sensuales de Julie, y la voz de Royal se muestra ideal en este pasaje al estar dotada de una voluptuosa zona media. La elección de
Troilus and Cressida de
William Walton es poco común, y hace buena pareja con el fragmento de Alwyn. Completan el recorrido inglés tres fragmentos de
Benjamin Britten. De los tres, Royal está particularmente convincente en "Embroidery in childhood" de
Peter Grimes, el aria que entona Ellen al encontrar el chaleco del niño desaparecido, cuyo bordado "entrega ahora la pista cuyo significado rehuímos". Royal pinta la tristeza de Ellen con dignidad, acompañada por
Thomas Allen como un autoritativo Capitán Balstrode. El aria de Tiny de
Paul Bunyan suena quizá un poquito pesada, y la escena de la torre de
The Turn of the Screw es un vehículo para el aspecto más dramático de Royal.
El resto del disco es continental. El aria del ruiseñor de
El ruiseñor de
Igor Stravinsky, cantada en ruso, es dulce y no despertó particularmente mi atención, lo mismo el aria de una desconocida ópera de
André Messager,
Monsieur Beaucaire, que en todo caso sirve para lucir una veta más humorística en un disco que favorece la expresión distraída y contemplativa. Royal se acerca un poco a la afectación en la "Canción a la luna" de
Rusalka de
Antonín Dvořák y la "Canción de Marietta" de
Die Tote Stadt de
Erich Wolfgang Korngold (colgué abajo esta última). Ambas piezas siempre tientan a sus intérpretes con los artificios más melosos imaginables, que por fortuna Royal controla. La "Vilja" de
La viuda alegre de
Franz Lehár da el toque más frívolo, y Royal luce aquí todos los colores de una voz que, de mantenerse en este estado, debiera abrirse paso rápidamente en los roles straussianos.